viernes, junio 24, 2005

El bañista frustrado

Ayer hicimos cena en casa. Otra despedida más, pero ésta era especial porque la que abandonaba la academia (lo siento, no sigues con nosotros) era Vicky, la Galleta. Parece que fue ayer cuando le fui a recoger al aeropuerto (llegó tarde) y ya han pasado cuatro meses. Y lo peor es que yo sigo aquí... La verdad es que han sido cuatro meses geniales con el galletismo, que hay que ver el carácter que tiene la cabrona (me encanta). Pues eso Galleta, que te vamos a echar mucho mucho de menos y que esto cada vez apesta más...

Bueno, sentimentalismos aparte, la cena estuvo muy bien. Lo primero fue ir a recoger al japo al aeropuerto que ya volvía de sus temas y sus cosas que le tenían ocupado en Madrid. Por supuesto, y como todos esperábamos, su vuelo llegó una hora tarde, así que se quedaron en el airport Flat y Pablo como delegación del comité de bienvenida y mientras Vicky, Bene y yo nos quedamos cocinando. Cocinar es un decir, porque más bien lo que hicimos es plimparnos una botellita de Dry Martini y cogernos un buen puntito mientras nos enseñaba las dos mil millones de fotos que se había hecho en Helsinki, por que ha estado en todos lados. No ha parado la cabrona...

Cuando por fin llegaron del aeropuerto, nos besamos mucho por todo el cuerpo y nos dispusimos a engullir como campeones porque eran las 12:00 y estabamos digiriendo nuestro propio estómago... La cena consistió en pasta con salsa de queso azul. Yo aborrezco el queso, sobre todo ese, pero mi hambre era tal que después de comerme mi plato de pasta a mi gusto me lancé a comerme la otra sin pensármelo demasiado... En realidad con el queso tengo una especie de relación amor-odio... si está fundido me lo como todo, pero si no... puajjjj. Eso sí, el olor es reamente asqueroso de todas todas.

Después de cenar estuvimos viendo fotos en el portátil recién reparado de Flat que Yuu, a modo de Rey Mago, le había traído de Madrid, y que Flat esperaba como agua de mayo. Después de más vinos y más cervezas y más vermuses decidimos que ya estábamos bastante achispaditos y que lo mejor es que se fuera cada mochuelo a su olivo, que ya eran las 6 de la mañana, que los vecinos nos estaban dando bastonazos en la pared y que mañana había que levantarse para ir con esta mujer y sus miles de maletas y bultos de mano al aeropuerto a despedirla como una reina.

Hoy me he despertado con Flat haciéndome fotos en la cama (yo duermo en pelotas en verano, y esta era la primera vez que el tiempo lo permitía) así que le agradezco bastante que me haya hecho un book erótico-festivo recién levantado, que todos sabemos que es cuando uno está con su mejor cara y su mejor aspecto... En fin, que me ha costado un mundo levantarme y he odiado bastante a Vicky por ello, pero al final nos hemos ido a recogerla en buen tiempo y estábamos en el aeropuerto con las dos horas de rigor. Vicky iba cagada porque llevaba una tonelada de sobrepeso así que ha facturado sólo una maleta (por la que ha tenido que pagar tres kilos) y lo demás se lo ha puesto todo encima. Iba con sus tres abrigos, mochila, bolso, trolley, y bolsas varias como una vendedora ambulante pero curiosamente ha conseguido pasar por el control y se ha subido al avión con toda su mercancía... A estas horas ya estará haciendo sus cositas en España con su amor de su alma, y yo que me alegro, que bien merecido que se lo tiene, aunque claro, por otro lado la odio bastante...

Para superar el trago de ver que otra más se va, hemos decidido ir a hacer compra, hacernos con guarrerías varias e irnos a la playa (ni más ni menos) a comer allí. Para un día bueno que hace no pensabamos dejarlo escapar y nos hemos enfundado en nuestras chanclas hawaianas y nuestro bañador y nuestro canesú y hemos volado a tirarnos sobre las blancas arenas de Klampemborg Strand, que es la única playa decente en los alrededores. Al final hemos llegado a las 18:30 o sea que muy mal, y ni si quiera nos hemos bañado (no ha habido cojones) pero hemos pasado una tardecita muy buena. Además se juntaba el hecho de que es la noche de San Juan y estaba todo con hogueras y barbacoas y cosas muy festivas y campestres, así que no ha sido una tarde playera al uso. Por supuesto, la alegría de quitarnos la camiseta a enseñar nuestras carnes fofas (en realidad fofa solo era la mía, que estos están muy buenos) y comprar boletos para que nos tocara una buena piel doré se ha ido al traste en una hora más o menos, a partir de la cual hemos tenido que ir enfundándonos en capas y más capas de abrigos de grosor creciente, porque vale que ya es junio, pero aquí la temperatura no es como para volverse uno loco y andar semidesnudo con la fresca...

Y bueno, básicamente esto ha sido el día de hoy. Así contado no es nada del otro mundo, pero para mí ha sido toda una aventura. Es lo más especial que hemos hecho en un último mes que ya rozaba la monotonía más exasperante, y como tal lo valoro mucho.

Besos en las ingles.

P.D. Mañana recepción con el Embajador y yo con estos pelos... ¿Qué hacemos? ¿Qué cara ponemos? Ya veremos.

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