lunes, julio 30, 2007

Bomba manchega

Después de consumir mis cortas vacaciones en poco más que dormir como un cochino, esperaba con ansiedad este fin de semana. Piscu nos había organizado una ruralada en un pueblecillo de la Cuenca profunda, que aparte del atractivo que ya de por sí tiene el pasar un par de días haciendo cosas campestres (entiéndase como cosas campestres el tomar copas en una casa rural), tenía otro fastuoso aliciente: ir a ver a Chico y Chica, cabeza de cartel (y prácticamente únicos participantes) de la primera edición del Festival Zumo de Arte Exprimido de Villanueva de la Jara. Entendéis mi excitación, ¿no?

Así que el viernes, tomando Gáyer Ville como base de operaciones, partimos en mi pequeño bólido Patata, Piscu, Farala y yo hacia tierras manchegas. Según los vaticinios de Via Michelín nos quedaba aproximadamente 1h40m de viaje hasta alcanzar nuestro destino, pero lo cierto es que tardamos unas cuatro horas y pico en llegar, gracias a los atasquillos de la Operación Salida. Comprenderéis que si a los refrescantes 87 ºC que hacían a las 5 de la tarde le sumamos la horrorosa verborrea con la que Patata nos castigó durante prácticamente la totalidad del viaje, nos queda un trayecto absolutamente delicioso. Para no morir tuvimos que hacer escala en un pueblecillo desierto donde adquirimos artículos de primera necesidad, como vino, cerveza, ron y sandía, y unas galletas riquísimas que eran como dar un bocado a un puñado de arena. Nos dio muchísima pena llegar después de perdernos 17 veces y de que a Farala se le calase el coche unas 300.

La casa rural, llamada La Cristo (que es un nombre como muy de travesti de provincia) superó con creces nuestras expectativas… Cuando una de las (suponemos) lesbianas que la gestionaba nos la enseñó no dábamos crédito. ¡Pero qué grande y que cuco es todo! Hasta teníamos una bodega/catacumba que salía de la terraza que parecía la entrada a las pirámides. En la bodega cantamos Tierras de Egipto y nos salimos pronto, porque aparte de que hacía bastante frío ahí dentro, no encontramos nada de cruising ni de hombres semidesnudos practicando sepso, así que nuestro interés decayó pronto.

Rápidamente nos dispusimos a cenar unos huevos mochados sobre cama de patatas fritas que preparó Piscu para asentar el estómago y que nos cupiese más ron. Bailamos bastante, hicimos cosas rurales como fotografiarnos con regaderas y aperos de labranza que había de decoración por todas partes y, cuando Farala prácticamente no se tenía en pie, nos dispusimos a tirarnos a las calles a enseñarnos por ahí. Esto no dejaba de ser una aventura bastante emocionante y temeraria, porque íbamos disfrazados de urbanitas y soltando pluma como locos, que en los pueblos se lleva de poco a nada, y corríamos bastante riesgo de ser apedreados en cuanto nos pillase la típica pandilla de macarras. Al final macarras no había casi, probablemente porque estaban todos en una serie de conciertos jevis que se oían de fondo, perpetrados por grupos con nombres tan sugerentes como Ochorizo que además se alojaban en la planta de arriba de nuestra casa. Lo que no sabíamos, ni sabríamos hasta el día siguiente, es lo gay friendly que era además en concreto ese pueblo, aunque debíamos haberlo sospechado, ya que para empezar, para que un pueblo traiga a Chycha a tocar tiene que ser o muy moderno, o muy marica, o las dos cosas.

Cerquita de casa había una discoteca elegantísima que se llamaba Bumker, sí, BuMker, con eme, porque de toda la vida eme antes de ka, que sospechábamos que sería el centro neurálgico de la vida nocturna de los oriundos de la villa, así que nos dirigimos a ella. No llegamos ni a entrar porque, aparte del hipnótico chunda-chunda que salía de ahí, nos encontramos a unas chavalas de unos 14 años que nos dijeron que la música era muy “mascachapas” y que además no había nadie dentro, así que se ofrecieron a llevarnos al otro sitio de marcha que había en el pueblo. Mientras caminábamos comentábamos los típicos temas recurrentes entre personas rurales y urbanas, a saber, precio de las copas, qué se hace en un pueblo para divertirse y cosas así. Yo la verdad es que no me enteré mucho, pero parecieron quedar fascinadas de que tuviésemos ya nuestra carrera acabada y todo, y prácticamente se desmayaron de placer cuando supieron que esta gente entrevistaba a famosos y que íbamos a ruedas de prensa de Factor X y tal. Cuando les comentamos que Fangoria visitaría su pueblo a la semana siguiente dijeron que costaba 10 euros y que con ese dinero se hacían un botellón, que si al menos fuesen Melendi o Marea… Aquí evidentemente nos separamos.

En la terracilla andaluza donde nos dejaron nos tomamos una copa a 3,5 eurillos de nada y salimos despavoridos, porque, aquí también, estábamos absolutamente solos y nos sentíamos observados. Piscu y Patata se retiraron a sus aposentos, mientras que Farala y yo decidimos darle una oportunidad al Bumker, que a esos precios bien lo valía. Allí nos tomamos un par de copillas más mientras observábamos estilismos y a la guarrona del pueblo menear las carnes y ya decidimos que si habíamos sobrevivido hasta esa hora lo prudente era no jugárnosla más y volver a casa sanos y salvos.

Cuando desperté a la mañana siguiente Piscu y Patata ya habían salido a comprar cosas de barbacoa, así que prácticamente desde las 12 ya estábamos achicharrándonos al sol mientras Piscu con su torso desnudo preparaba las brasas mientras bailaba Kylie. Nosotros alternábamos el quemarnos la piel con el plástico candente del respaldo de las sillas con regarnos con la manguera mientras bailábamos y hacíamos poses de ambos equipos de “Nadie es perfecto”.
Había serias sospechas, pero no estábamos seguros hasta que la señora de la casa nos vino a avisar. Efectivamente, una vez los jevis se hubieron marchado, los siguientes inquilinos del piso de arriba serían los mismísimos Chycha. Yo pasé toda la comida mirando por la ventana, y la siesta con un ojo abierto y otro cerrado en una mecedora junto a la ventana, como las viejas, esperando su llegada. Unas tres horas después de lo previsto aparecieron:

- Rose: Uy, mirad, hay un chico ahí en la ventana.
- Ann: (saludando con la mano a través de la rejilla antimosquitos) Holaaaaaaaaa. Nos vemos esta nocheeeeeeee.
- Rose: (Con cara de “este tío está loco”). Si, si…

Patético, ¿verdad? Pues sí, así de lamentable soy yo. Luego nos enterábamos de que la de la casa, del mismo modo que nos informaba a nosotros de la presencia de Chycha en el piso de arriba, les comentaba a ellos que tendrían un grupillo de fans histéricos bajo sus pies… Claro, con esa predisposición…

Más tarde pasé a ser ninguneado por mis amigos, que guardaban fujitsu y miraban al vacío cuando les proponía ir a la piscina, así que básicamente la tarde se redujo a vegetar y cosas por el estilo. Cuando la temperatura bajó de 40 ºC Piscu y yo salimos a dar un paseo con las manos agarradas por detrás y con pasos cortos mirando al suelo, como los viejos, para mimetizarnos con los lugareños, y de paso hicimos la compra, basada en fritos , rebozados y ron. A la cajera le caímos simpatiquísimos y nos regaló unos pastelitos con salmonella y unas cubiteras que hacían los hielos con forma de las letras de la marca del supermercado. Un arte. Cabe destacar que de repente nos para un coche, conducido por el concejal de cultura del pueblo, que además se llama Aníbal y sale en La Hora Chanante, y nos dice:

- ¿Buscáis el recinto del Zumo? Es justo ahí.
- Bueno, estábamos paseando, pero está bien saberlo. Gracias.
- Porque vosotros sois los que habéis venido a ver a Chycha, ¿no?
- ¿los que?... Uhmmm, pues suponemos que sí…
Esto nos confirmaba un poco que seríamos cuatro gatos los que estaríamos dando saltos frente al escenario, y que probablemente seríamos acuchillados al salir por los aborígenes conquenses.

Poco después hacía su llegada al pueblo mi queridísimo amigo Juan Flahn, que no sólo es un espectáculo ya de por sí, sino que además constituía nuestro pasaporte a una fastuosa velada con Chycha, debido a los lazos amistosos-bilbaínos que le unían de mucho tiempo atrás a Rose y a Chen.
Allí estaba esperándome en la iglesia con su camiseta ombliguera y sus carnes blancas:

- Están cantando Maitetxu mía en la iglesia.
- Ah, fenomenal. ¿Vamos a casa?

Según llegó a casa se puso a preparar los fritos el mismo, así que nosotros encantados. Nos preparamos unos bloodymarises con su ramita de apio y todo y nos sentamos a esperar a que llegasen los Chycha, porque Juan ya se había comunicado con ellos y venían rumbo a casa.

Llegaron media hora después y les agasajamos con restos de croquetas aceitosas y con empanadillas huecas con el relleno quemado cubriéndolas, que por lo visto a Chico le gustaron un montón. Enseguida reconocieron a Piscu y a la Patata y minutos después ya estábamos rajando como cotorras sobre cosméticos y sobre fans.

Se iba acercando la hora del concierto, de modo que nos separamos para meternos en la ducha y que los artistas se enfundaran en unas faldas escocesas muy trabajadas y unos tops hechos de remiendos de pieles de animales asilvestrados, cogidos con imperdibles. Chen además llevaba un collar de unos seis metros alrededor del cuello. Era un look muy interesante y muy transgresor. Los Chycha se fueron antes y nosotros nos quedamos porque resulta que Lesbos había removido Roma con Santiago para poder plantarse en el concierto, saliendo de Madrid a las 22:30 de la noche, de modo que había que esperarla.

Al final los tiempos cuadraron al milímetro y todos, Lesbos incluida, estábamos pagando los cinco eurillos que nos daban acceso al granero donde tocaban. Cuando salieron a escena directamente enloquecimos. Rose sacó un retrato que le habían hecho donde salía muy guapa, pero que por lo visto si lo mirabas de cerca parecía un actor o algo así, pero no me acuerdo del nombre y yo no lo noté.
Pidieron secarse el sudor y como nadie les daba nada pues Rose puso voz de Vero de Cuatro en Alicante. “Joder, pues quitaros la camiseta o algo” y Juan les lanzó su camiseta y se quedó todo el concierto con las tetas peludas al aire, que está fenomenal. Eso si que es ser fans.

Yo nunca he sido de acordarme de los temas que tocan en los conciertos a los que asisto, pero esta vez haré un esfuerzo y me intentaré acordar, aunque el orden ya sí que ni de coña. Sería una cosa así:
- Tierras de Egipto
- No comprendes que te amo
- No me preguntes la hora
- Supervaga
- Es lo suyo
- Tú lo que tienes que hacer
- De cintura para arriba
- Vaporízame
- Bomba latina
- Oda al cuello Halter
- Cenas cines
- La vez que mejor

Me faltan muchas, pero la verdad es que no me acuerdo de más. Hicieron un primer bis ya que la muchedumbre les llamaba a gritos, y luego salieron a un segundo bis porque les salía del coño, aunque nadie se lo pidió, pero lo gozamos también mucho. La verdad es que dieron un conciertazo y bailaron un montón y todo. Luego se tuvieron que ir pronto porque madrugaban, pero nosotros congregamos a toda la comunidad gay del pueblo y tras pasarnos rajando en la puerta un millón de horas, nos largamos a casa con toda la cuchipandi a chill-outear.

Yo a esas alturas estaba ya bastante peda y no me acuerdo bien, pero estábamos en casa ciento y la madre, y luego aparecieron más gentes que no conocíamos de nada, y Farala empezó a entrar en un bucle de rayamiento y espiral de autodestrucción y se tuvo que salir a la terraza para no echar a todo el mundo a escobazos. Al final fui yo el que amablemente les invitó a abandonar nuestro hogar y discretamente se fueron. Nosotros, como somos lo peor ya pensábamos que nos habían robado el tabaco y la cartera y todo, pero al final nada y nos tuvimos que comer las palabras.
Poco a poco fuimos cayendo todos víctimas del cansancio hasta que sólo quedaron Patata, con una crisis verborreica, y Lesbos que aguantó la chapa como una jabata.

La noche (o más bien mañana) fue un horror de calor y de todo y no pudimos dormir casi nada, así que el día siguiente lo pasamos prácticamente como muertos en vida. Comimos unos espaguetis putrefactos que nos preparó Piscu y para dormir la siesta Juan Flahn nos puso su maquinita de iPod con unas cosas relajantes que consistían en una señora hablando y pidiéndote que expulsases tus problemas y fueses feliz… Al final todos durmiendo como benditos, oyes.
Luego ya recoger y todo eso para ponernos en marcha para la vuelta, que gracias a Dior fue muchísimo más corta, aunque nuestras retenciones nos encontramos. Afortunadamente, en los atascos siempre se puede echar mano de juegos populares o inventados por Piscu, con lo que pasamos un rato muy agradable contándonos nuestras fantasías cumplidas o sin cumplir, qué grupos nos encantan aunque nunca lo reconoceríamos, o qué haríamos si nuestro novio desaparece durante dos años y reaparece convertido en mujer.

En fin, que ésta ha sido la crónica de un viaje que fijaos si ha sido divertido que ha sido capaz de que me ponga a escribir mi post trimestral. Ahí es nada. Y si es largo os aguantáis, que para una vez que escribo...
Hasta la próxima entrada. Besos en las ingles.