martes, marzo 15, 2005

The Black Rose Trick Hotel. Episode II: De Cómo Nos Convertimos En Los Reyes Del Mambo

Flat Eric: A ver, nene, vamos a seguir con la historia.

Ann O´Nadada: Sí, que ya está bien, que llevamos dando misterio a la historia 15 días y está perdiendo un poco la actualidad.

F: El caso es que después del check-in nos fuimos a dar una vuelta por el hotel a hacer el cabra. Primer destino: la base militar de la planta de abajo.

A: Qué fuerte, qué siniestro. Ríete tú del garaje de Tesis. Ese sótano era la quintaesencia de la sordidez, con esas luces verdes, esas maquinarias, esa sala de interrogatorios (todo muy bien retratado en tu nunca suficientemente valorado fotolog)...

F: Después nos subimos arriba, y estuvimos dando una vuelta por el restaurant-cabaret. Las luces rojo putón, había como reservados con mesitas para ambientes más coquetos, y mucho terciopelo por todos sitios. Cuando llegamos la dueña del Hotel estaba un poco chispa en el escenario cantando Happy Birthday Mr. General, aunque tú creas que cantaba Corazón latino.

A: Es verdad, el restaurant-cabaret era lo más, más rojo que el hotel de Twin Peaks. Y es entonces cuando decidimos que nos íbamos a volver locos, cocernos como piojos y empezar a interactuar con el servicio.

F: ahora es cuando hay que aclarar a nuestros lectores/as que el Hotel era un edicifio que iba a ser demolido y había sido creado por una compañía de teatro súper jarta, formada por cincuentaypico actores que daban vida al servicio del Hotel. Por si no fuera poco todo estaba ambientado en los años 50, en tiempos de guerra. Los actores y actrices eran camareros, secretarias, recepcionistas, militares, doctores, putas, coristas en plan Supremes, cantantes en plan Dean Martin, enfermeras, jefas de enfermeras, etc. La noción espacial era bastante difusa, de modo que los países eran "zonas" y el mundo se llamaba "el estado".

A: Sí, y todo ello muy bien hecho y muy bien ambientado, pero con una pátina de cutrez, que le daba un toque decadente a todo que quedaba muy bien.

F: Y yo, que tenía lo que es bastante hambre (para variar), pues me tiré un buen rato dando el coñazo al servicio con que quería cenar.

A: Fue tu hambre desaforada lo que, sin nosotros esperarlo, nos lanzó al estrellato. La tercera vez que pediste comida tuvieron que salir del trago como pudieron y decidieron que a grandes problemas grandes soluciones, preparándonos una sorpresa que descubriríamos más tarde.

F: El hotel estaba bastante revolucionado porque el General iba a hacer noche allí, y todo tenía que estar a punto para cuando llegara. Todo el mundo bastante estresado, y los militares ocupando todas las dependencias. Y cómo estaban los militares...

A: Los militares estaban bastante regular, pero a ti te gustaban porque llevaban uniformes y estás enfermo.... En fin... No puedo dejar de mencionar tus salidas del tiesto, que se te pira mucho la olla... A ver, estábamos hablando con Candy, la chica de la tienda de souvenirs, que iba ella muy mona con su vestidito de angora y su pañuelito al cuello, sobre lo típico, a saber: que de dónde veníamos, que qué bonita España, que qué detalle venir desde allí sólo para alojarnos en el Hotel (porque por supuesto tú te tiraste el pisto y le soltaste tamaña trola). Yo a esas alturas ya había decidido que lo mejor era compotarse lo más años cincuenta que supiéramos para no desentonar y que todo fuera rodado. Pero tú tenías otras cosas en la cabeza. Cuando nos pusimos a hablar de La Sirenita (que adornaba unas cajitas de cerilla de la tienda), Candy dijo que nunca la había visto, pero que tenía pinta de ser beautiful. Y tú ni corto ni perezoso le contestaste que en realidad la sirenita era un travesti, y te quedaste tan pancho. La tía blanca sin saber que contestar.

F: Sí, la tía no daba crédito. Tú es que eres muy diplomática y tienes mucho savoir faire; yo sin embargo soy más revolucionario, y me gustaba ver cómo reaccionaban ante esas chorradas. Como después, cuando le dijimos al cantante (que te encantaba) que habíamos estado cruising por ahí, y el tío nos siguió el rollo porque quería que le hiciéramos PheLiz Taylor.

A: Si querías escandalizar podías haberle pedido a la de la tienda si tenía pollas de látex XXL y ya se hubiera caído de espaldas.... En fin, que estábamos haciendo el tonto cuando de repente todo se paralizó, los militares formaron con el pecho bien sacado y todos tragamos saliva. La tensión se podía cortar. Y entonces llegó él, el General (que en la india le llamaban la Sandokana y en China, jo,, que rabia le daba, le llamaban la Fumanchueka, la fumanchurria... y la llamaban mal, lo decían mal.... el nombre): alto, esbelto, con una pinta de lover que te cagas y empezamos a chorrear.

F: Bueno tampoco era para tanto, en realidad estaba extremadamente delgado. De repente vino Antonnella y nos dijo que Captain Olga nos estaba buscando porque el general...quería invitarnos a cenar a su mesa!!!Sí, solucionaron el tema de la cena sentándonos a cenar con él, de traka. Así que la gente empezó a mirarnos con los ojos inyectados de envidia, mientras Pearl Snowie y Mandy Miranda cantaban su repertorio emocionadísimas, dejando ver que estaban colgadísimas del General.

A: Y es que, queridos amigos, la mesa general estaba completamente en el centro de la acción, en tol cogollo. Y ahí estabamos nosotros, cenando de gratis (tú por supuesto repetiste, con todo tu morro y tu vergüenza torera), bebiendo de gratis y regodeándonos de lo importantes y lo charming que éramos por haber sido escogidos entre todos los demás.

F: Después de cenar vinieron los militares y dijeron que la gente con ojos marrones debía formar una fila. Y claro, los ojos marrones por estos lares tampoco se estilan mucho, así que nos metimos en el ajo también, junto con italianos, mexicanos y algún mestizo nórdico. Nos metieron en la sala con la luz verde y nos dijeron que nos ordenáramos por alturas. Después hicieron un paripé con una máquina y luego nos miraron los ojos con una luz. Por cierto, qué total la jefa de enfermeras, que era igualita que Isabelle Hùppert. Yo como siempre no pude aguantar la risa, porque el vino ya corría por mis venas a sus anchas. Era todo bastante surrealista.

A: Sí, estuvo bastante gracioso cuando estallaste de risa en medio de la revisión llenándole la cara de babas a la jefa de enfermeras. Ella lo disfrutó mucho... Total, que resultó que tú sí que estabas infectado con el virus ése y te mandaron al hospital de la planta de arriba para hacerte más pruebas. Yo entonces me dije "Ésta es la mía" y fui a currarme al cantante, que aparte de tener un poco los dientes separados por distritos estaba bastante bueno. Aproveché un hueco en una conversación para colarme en ella y felicitarle por la soberbia actuación, y él me contestó: "Ah, sí, tú eras el que estaba justo enfrente mío.... mirabas con mucha atención, eh???" Yo me sentí completamente descubierto, pero como estaba borracho me dió igual, porque ese cantante pedía lo suyo a gritos y yo se lo iba a dar... y todo el hotel lo iba a ver por el circuito cerrado.

F: Mira, el cantante ese era lo peor. Pero bueno, a tí te gustaba, qué le vamos a hacer. Yo mientras estaba en el hospital haciéndome unas pruebas bastante absurdas, y cuando terminé una enfermera me pidió que me quedara a acompañar a una chica "enferma", que pasaba de mí como de la mierda y se emocionó cuando le dije que era español y pidió que bailáramos flamenco. Qué valor.

(continuará)

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