Hoy me he sentado a escribir y he sentido como un escalofrío recorría mi espalda en sentido ascendente hasta desaparecer por la punta de mi cabeza, y he sabido enseguida que era la musa, que me abandonaba. Bueno, esto no es exactamente cierto. En realidad lo que ha pasado es que me he sentado delante del teclado y básicamente no tenía ni repajolera idea de qué contar esta noche. Evidentemente ninguna pistola me apuntaba a la sien exigiendo una actualización, pero yo, que me debo a vosotros, y que nada soy sin mi público, he sentido la obligación moral de daros vuestra dosis de Diario de Ann O'Nadada: el opio del pueblo.
He buscado la inspiración en una conversación con Kurt, que aunque voluntariamente no me ha ayudado lo más mínimo, inconscientemente ha estimulado mis neuronas y ya tengo tema sobre el que postear, que si bien no es que sea el colmo de la sofisticación, por lo menos me salva de que me deis el coñazo mañana exigiendo que actualice.
En un primer momento he pensado en escribir sobre mi deseo frustrado de tener una polución nocturna. He leído mucho sobre el tema en libros como el ¿Qué me está pasando? y otros clásicos de la pubertad, pero sentirlo en mis carnes, nunca en la vida. Debe de ser que mi tasa de onanismo supera los niveles de producción de mis gónadas y por tanto nunca necesito drenar excesos. Vamos, que mantengo mis conductos limpios como la patena y en plena forma y por tanto los mecanismo de emergencia nunca se ponen en marcha. Juro que he estado durante muchos días sin tocarme nada de nada, en plan experimento fisiológico, examinándome cada mañana para ver si había rastros de actividades nocturnas subconscientes, pero nada de nada, y chico, pues casi que no me merece la pena el sacrificio que supone esta curiosidad, y hace tiempo que me conformé con sólo saber de este fenómeno a través de otros amigos y diversas publicaciones...
Cambiando ligeramente de tema, esto me recuerda a la primera y última película porno que me compré. Se llamaba "Nocturnal emissions" y era cutre hasta decir basta, además de insultantemente cara, pero lamentablemente es lo único que me podía permitir. Me la compré en la mítica y ahora tristemente desparecida Sex Shop de la calle Barco especializada en temática gay, y el dueño se excusaba de los precios exorbitantes aludiendo que es que las películas gays son más caras de hacer. Me pregunto yo porqué, pero bueno. El caso es que mi curiosidad por ver como copulan dos hombres (porque en esos tiempos yo era más vírgen que la Vírgen de Regla) me salió por la mitad de la paga mensual (y eso que me compré la más barata, de lejos) y fue lo que se dice una decepción en mayúsculas. No fue nada que mi imaginación no hubiese podido construir ella solita y además lo que contenía la cinta nada tenía que ver con lo que anunciaba la carátula. El título sólo se veía justificado porque el protagonista se suponía que soñaba todos los polvos de la cinta, así que mi gozo en un pozo, y me quedaba sin ver una polución, que era lo que yo en verdad añoraba... Después de verla tres o cuatro veces ya me resultaba de lo más cansina, lo que, añadido al hecho de que me creaba un estrés horroroso pensar que me la podían pillar en casa, hizo que acabara en el cubo de basura. Resumiendo, que me salió cada visionado a una pasta gansa.
Bueno, se me ha ido la olla muchísimo, y no quería que este fuera el tema de hoy. Yo lo que en realidad quería contar es lo inocente que soy, aunque a veces pueda parecer lo contrario. Contadme cualquier disparate, que ha dicho la tele que Trillo se va a cambiar de sexo, que Luxemburgo ultima la fabricación de sus primeras 100 cabezas nucleares, o que Fabiana Gran Hermano no se droga si no que simplemente duerme mal por las noches, y a poco que soneis mínimamente convincentes me lo creeré a pies juntillas.
Hoy mismo me ha dicho Kurt con toda naturalidad que se ganaba la vida diseñando bragas y tangas masculinos y femeninos y yo no he planteado ni el más ligero recelo o suspicacia. Es más, me ha parecido superguay y me he aprestado en manifestarle mi júbilo ante la idea. Ann O'Nadada, eres tonto, hijo, piensa un poco... Hace un par de semanas Miguelón me desveló en plan secreto que iba a ir al Plan travesti de Halloween disfrazado de Audrey, la planta carnívora de La Pequeña Tienda de los Horrores, y que su novio lo haría de Robocop. Yo me quedé maravillado y le dije que alucinaba con la idea, que cómo lo iba a hacer, que si pensaba cosérselo todo él, que qué apañado, y el me decía que sí, que además se iba a pegar unas hiedras de plástico y que lo malo era que el tiesto le dificultaría el tema de la movilidad, pero que se quedaría toda la noche pegado a la barra para subsanar ese contratiempo... Hasta me sentí mal por no haberme preparado yo ningún disfraz. Lo sé. Patético.
Esto son solo dos ejemplos, pero hay cientos. Concretamente Flat cada tres o cuatro días me cuela una de estas sólo para descojonarse de mi, viendo la cara que se me pone cuando me dice una de sus bromas del tipo:" ¿Ah, pero que a ti Fulanito no te ha dado su teléfono?", porque sabe que me saca de mis casillas que a él le den teléfonos y a mi no. El cabrón me tiene caladísimo y sabe perfectamente cómo hacerme caer. Si me dice "Ya, eso es como cuando me saqué el título de Ballet y Danza Española", pues yo inmediatamente enrojezco de envidia (¿o se diría enverdezco?) y me pongo a pensar dónde me podría yo hacer con un título similar en el mínimo espacio de tiempo... Hasta que unos 5 segundos después se descojona de risa y me quedo con la cara de pan que se me suele quedar en estos casos.
Así que ya sabeis, tomadme el pelo, reíros de mí, probad mis límites. Soy un blanco fácil y la diversión está asegurada. Todo por que paseis un buen rato.
Esto es todo por hoy. Besos en las ingles.
viernes, noviembre 11, 2005
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