Hace unos días discutía con Dew sobre cómo y hasta dónde la educación recibida en tu nido familiar durante la niñez y adolescencia condiciona tus gustos posteriores en la edad adulta. Coincidimos en que está claro que influye, y de qué manera. Es muy normal que siendo hijo de familia de izquierdas acabes siendo de izquierdas, o que si a tus padres les gusta el tenis y lo practican, acabes desarrollando un gusto por la raqueta y la pelota. Hasta ahí es todo normal, aunque esto no sea un axioma ni teorema universal ya que siempre hay veces que el niño te sale rana (que me lo digan a mi...). El problema es cuando cincelan en ti unos gustos que no son realmente tuyos, es decir cuando acostumbras a tu propio cerebro a ir en contra de su propia voluntad en cuanto a gustos, sin siquiera darte cuenta conscientemente de que te estás autocoaccionando. El día en que finalmente despiertas de ese letargo mental inducido puede llegar a ser realmente traumático.
¿Qué ocurre el día en que, después de haber estado toda tu vida poniendo a parir los oros y los joyones, o diciendo que casarse en los salones Lord Winston es una horterada superlativa, descubres que en realidad a ti te encantaría casarte en uno de sus salones rococó de sedas y espejos con las paredes cubiertas de pan de oro? ¿Cómo volverte a mirar a la cara en el espejo cuando descubres que, al maquillarte como Inma Gran Hermano con tus amigas para hacer la coña, realmente te gusta tu aspecto, que te ves muy guapa? Está claro que antes te suicidas que reconocerlo al mundo entero. De todos modos no hay que ser tan radical en los planteamientos. Hay cosas mucho menos traumáticas que reconocer en el día a día. Quizás un día pruebas a echarle ketchup a un solomillo cinco estrellas (porque te encanta el solomillo y adoras el ketchup) y descubres que la combinación tantas veces denostada es una explosión de sabores maravillosos en tu paladar. ¿Por qué no lo habré probado antes, si sé a ciencia cierta que las dos cosas me encantan? Pues porque seguramente tus padres, tus amigos, las películas, la publicidad, los vecinos, han demonizado el acto de echarle ketchup al solomillo durante toda tu vida, del mismo modo que es un crimen beber coca-cola en una restaurante bueno, o hacer calimotxo con un Rioja que te cagas.
El día en que finalmente te reconoces a ti mismo que el chandal y los tacones combinan bien, los engranajes y poleas mentales empiezan a girar, las estructuras neuronales comienzan a reestructurarse y se suceden cambios en el pensamiento que ya no tienen vuelta atrás. A partir de entonces empiezas a quitarte el velo de los ojos sistemáticamente, y a reconocer todo lo que te has negado durante toda tu vida. Este proceso puede demorarse muchísimo, e incluso no suceder jamás, que es lo que pasa en la mayoría de los casos. Yo mismo creo que he empezado el proceso de cambio, hace bastante poco, pero me quedan siglos para aceptarme tal cual soy.
Es acojonante cómo gilipolleces que ocurrieron en mi niñez se han instalado secretamente en mi memoria, condicionando mi conducta actual, hasta en las cosas más tontas. Mi padre hace mil años tuvo una movida con Mapfre Seguros, que debió ser gorda, pero de cuyos detalles yo no me enteré ni por asomo. Hoy en día, ya pueden ofrecerme las mayores ventajas del mundo en el contrato, que jamás me haría un seguro con ellos. El Círculo de Lectores acosó a mi madre mes tras mes durante muchos años, cuando ella dejó de querer comprar tantos libros. Ahora nunca contrataría sus servicios, pese a que me parezca comodísimo comprar los libros por catálogo y esté seguro de que mi madre nunca les dijo con claridad que quería que le dejasen en paz... Ahora sé que mi rechazo hacia estas empresas es por eso, y que además probablemente sea infundado, pero el recelo que me provocan está muy instalado en los rincones de mi cabeza y creo que nunca podré dejar de verlos como una pandilla de usureros...
En fin, os dejo esta pequeña diarrea mental para que hagáis autoanálisis. Quién sabe, igual encontráis algun velo que quitaros de los ojos y seais más libres y más felices... (qué pedante, qué prepotente y qué cuando-tú-vas-yo-vengo-de-allí me ha quedado este último párrafo, Dior mío... Disculpadme)
Cambiando de tema, os tengo que informar que acabo de ver la última de Woody Allen, Match Point. Atención, este comentario NO CONTIENE SPOILERS. La verdad es que me ha gustado mucho. Justo al acabar la película me he quedado un poco con la sensación de que había tantos cabos sueltos que la película perdía consistencia, haciéndola bastante increíble. Pero de repente me he dado cuenta que viéndolo todo desde el cristal del leif motiv de la película (nacer con estrella o nacer estrellado), todo encaja perfectamente, de un modo brillante. Es por esto que al final el sabor que me queda es el de haber visto una película mucho mejor de lo que aparenta... Es un poco difícil expresarme bien sin dar datos que destripen la película, así que lamentablemente me quedaré aquí, no sin antes recomendar encarecidamente que vayáis a verla, a ser posible en versión original, que yo la he visto doblada porque iba con mis padres y no era plan de ponerme gilipollas con el tema con ellos.
Nada más por hoy. Besos en las ingles.
P.D: Todos los ejemplos usados en la entrada de hoy son figurados y usados a modo de ejemplo. De ninguna manera responden a gustos personales míos. Dios me libre de gustar de semejantes horteradas... ;)
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