Este fin de semana han estado Jose y Diego aquí. Bueno, técnicamente se van en unas horas así que todavía están. Ya contaré el viaje mañana o pasado que si no es un poco como despacharles ya y no es plan. El caso es que tener gente durmiendo en mi habitación me ha hecho pensar.
Yo toda la vida he tenido habitación para mí solo. Nunca he tenido que compartir con hermanas ni hermanos, para bien o para mal, que dormir juntos une mucho. El caso es que esto ha hecho que crezca acostumbrado a dormir siempre con el ambiente que he deseado. No es que sea tiquismiquis para dormir, de hecho no lo soy en absoluto. Puedo dormir con música alta, con ruido de la calle e incluso con luz entrando a raudales por mi ventana, que en Madrid me entra y mucha, y a las 7 de la mañana en verano eso es como un cocedero de marisco. Lo único que no aguanto es el tic-tac rítmico del despertador, ese segundero avanzando implacable con un chasquido por segundo hacia la hora en la que pegara el timbrazo para sacarme (o intentar sacarme) de la cama. Son los sonidos tenues y monótonos los que consiguen desesperarme. Bueno, eso y los ronquidos.
Es curioso, porque yo mismo ronco como una locomotora. Claro está, yo no me oigo ni me molesto, pero no puedo soportar el ronquido de otra persona. Y cuando digo ronquido me refiero a respiración fuerte, leve, o imperceptible susurro. Repito, llevo toda la vida acostumbrado a mis propios ruidos y simplemente no soporto los generados por los demás. Es como si tuviera una pequeña bestia durmiendo a mis pies, y mis instintos me indican que la extermine... "!Mátalos, mátalos!"
Mis deseos de matar a mis amigos esta noche me ha conducido a reflexiones más profundas. ¿Qué haré el día que tenga novio, o marido? Oh cielos, me levantaré algun día con las manos ensangrentadas y unos flashes en mi cara a golpe de ¿por qué le mataste, si le querías?. No lo sé.
Soy terriblemente fan de tirarme horas haciéndome cariñitos post-coitales con quien toque ese día, hablando o sin hablar, pero cuando llega la conocida frase de "¿Te quieres quedar a dormir?" se me disparan las alarmas. ¿A qué te refieres con dormir? No me importa que te dediques a producir calor durante toda la noche y a transferirlo a mi espalda, ni que me pegues patadas en la fase REM, pero de verdad no pretenderás respirarme en la nuca, ¿verdad? A esto se le añade la mala leche que tengo por las mañanas, que se acentúa aún más si me despierto en una casa que no es mía, denominada automáticamente "terreno hostil"
¿Significa esto que nunca voy a poder tener pareja? Me pregunto si podré reeducarme el oído como tantas parejas y llegar al punto ese en el que estás tan acostumbrado que no oyes nada. Supongo que sí, porque si no es físicamente imposible que mi madre haya pegado ojo en más de 30 años, pero... ¿Cuánto dura la fase de adaptación? Yo, una vez dormido no hay problema. Me puede puede pasar una estampida de búfalos pisándome la cabeza que no me entero, pero hasta entonces estoy en un duermevela en el que mi mala ostia crece exponencialmente y me veo capaz de las mayores atrocidades...
En fin, hablaba ayer con J que supongo que el día que me acueste con un tío y, al quedarse dormido a mi lado, me parezca que hace unos ruiditos monísimos y me abrace a él para oirlos más de cerca, podré decir, sin miedo a equivocarme, que me he enamorado.
Besos en las ingles.
martes, julio 05, 2005
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