Viernes, 17:00 horas, Embajada Española en Copenhague. Tres jóvenes promesas de la ciencia y la tecnología española aparecen en escena y se disponen a salir del frío territorio danés para pasar una tarde en suelo español… Sí, señoras y caballeros, somos Pablo, Flat y yo, que nos hemos puesto monérrimos, los que franqueamos la puerta de la Embajada, nerviosos a la par que expectantes. Flat y Pablo se habían puesto zapatos como ocasión excepcional (Flat incluso se los tuvo que robar a su compañero de piso, así que con eso lo digo todo sobre la singularidad del acontecimiento) y yo fui con unas sandalias monísimas que me iban mucho mejor con mi conjunto de linos vaporosos y veraniegos.
Cuando entramos en ese salón de recepciones se nos aceleró un poco el corazón. Ahí estaban, formando en línea, acostumbradísimos a este tipo de eventos, el Embajador, su impoluta señora (rollo Margaret Tatcher) y el cónsul. Fuimos pasando de uno en uno, dándoles la mano y esbozando una gran sonrisa en nuestra cara de Erasmus pringados-nada-acostumbrados-a-este-tipo-de-eventos. Tras la línea de recepción (yo pensaba que se llamaba besamanos, pero La Rati, muy ducha en estos protocolos, me corrigió convenientemente) cruzamos el umbral de la puerta que daba los jardines y vimos la naturaleza del percal en todo su esplendor: Unas 150 o 200 personas, unos trajeados, otros no y otros como si vinieran de la piscina charloteando y poniéndose cochinos de canapés y bebercio. Nosotros rápidamente nos confundimos con la masa.
Hay que comentar que nos encontramos con otro grupito de tres estudiantes españoles de la universidad con los que nos juntamos durante toda la tarde. Había también una parejita de catalanes con los que hice un curso que me atacaron un poco los nervios. La mencionada pareja se pasó la mitad del tiempo que estuvimos haciendo el trabajo hablando en catalán entre ellos e ignorándome, y cuando les preguntan de que país son, dicen que de Cataluña, cosa que me parece muy bien, pero luego no vengas a comerte los canapés que ofrece la Embajada Española, porque una cosa o la otra pero estar en todos los ajos, no. En fin, cuento esto para ver si creo un poco de polémica. Los otros tres estudiantes majos nos contaron cómo corrieron una media maratón el fin de semana pasado, formando una bandera de España con las camisetas y llevando una antorcha home-made durante toda la carrera, para apoyar a Madrid 2012. Yo jamás podría hacer algo así, pero olé sus huevos. A ver si hay suerte y les sacan las fotos en la página de Internet o algo.
Bueno, que me disperso. Los canapés estaban todos de muerte. El jamón y el lomo eran muy caros y estaban bien sudaditos chorreando grasita así como el chorizo. El salmón era el mejor que habíamos comido hasta ahora, los rollitos de crèpes rellenos de cangrejo eran una locura y las tartaletas de paella un regalo del cielo. Todo bien regado de vino bueno primero y de gintónics buenos después.
Me encontré con Arturo, un amigo del colegio un año mayor que yo, con el que hice la obra Sueño de una Noche de Verano y que estaba ahí destinado con UNICEF y la beca ICEX. La verdad es que me hizo mucha ilusión encontrármelo aunque nunca hubiéramos sido grandes amigos, pero es que estar fuera de casa une mucho. También encontramos a una doble de Izaskun que tras unos momentos de cavilación decidimos que tenía que ser su hermana y fuimos a comprobarlo y así era. Como dos gotas de agua en los gestos y todo.
Según avanzaba la tarde, los alcoholes se iban haciendo dueños de nuestro torrente sanguíneo y el Embajador, que seguía impertérrito dando la bienvenida a los invitados en el vestíbulo, ya no era el embajador sino que había sido rebautizado como El Emperador. Hay que decir que este hombre es como un muñeco de El Guiñol por si mismo, vamos que su cara sirve para hacer directamente la máscara de látex. Llegado un momento, abandonó su puesto y bajó a confraternizar con el españolismo más variopinto pero salpicado sobretodo de señoras con pinta de Rafaela Aparicio.
Cuando vino a hablar con nosotros, ya no estábamos nerviosos, porque el alcohol había hecho su trabajo y estuvimos un poco de colegueo. Además el hombre estuvo muy dicharachero y nos preguntó mucho sobre nuestra vida y eso, hasta que pasó a la preguntita de rigor “¿Y, bueno, qué tal de chicas?” a la que respondimos con una risita nerviosa y un “Regular”. Pero bueno, muy majete el Emperador.
Llegó un momento en que cerraron el chiringuito de las bebidas porque si no no nos sacaban de allí ni con amenaza de bomba (aunque comida seguía habiendo). Es entonces cuando un personajillo de chaqueta color carne que se decía de la prensa se empeño en hacernos una foto de familia, todos juntitos en plan equipo de fútbol. El hombre era como el reportero más chungo de Aquí hay Tomate y tardó unas dos mil horas en hacer la puñetera foto, a base de hacer chistes estúpidos y intentar pillar planos desde ángulos imposibles pero muy sofisticados. Al final sacó la foto cuando la gente ya no estaba ni mirando a la cámara. Bueno, el Emperador sí, pero porque él está muy acostumbrado al tema fotos y posa durante horas sin perder porte ni planta gallarda.
Cuando ya había pasado hora y media de la hora cuando se supone que acababa oficialmente el acto nos fuimos con la música a otra parte. Quedamos con Yuu y Michele, que acababa de aterrizar y nos fuimos a Nyhavn a tomarnos unos cervecismos y seguir con la jarana. Flat y yo estábamos con los pies un poco hinchados y tal y decidimos volvernos locos e irnos andando hasta el punto de encuentro descalzos en plan hippie post-moderno , sintiendo el asfalto en nuestras plantas y cuidando de no pisar un cristal y acabar la tarde sangrando como cochinos. Por fin llegamos a Nyhavn.
Iba a seguir contando la noche y el resto del fin de semana pero me he dado cuenta que esto me está quedando más largo que un día sin pan, así que me dejo el resto para mañana, así no os aburro y mañana no me tengo que estrujar el cerebro para ver que cuento, porque de seguro va a ser mucho menos interesante que este fin de semana.
Besos en las ingles
domingo, junio 26, 2005
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