Tengo una planta que me regalaron las hermanas O'Nadada cuando vinieron a visitarme y que me gustaba mucho. Hablo en pasado porque me tiene ya bastante harto. Da más trabajo que un niño tonto.
Cuando la puse en la repisa al lado de la ventana estaba verde y lozana. A partir de ahí ha sido todo un largo y agónico declive. Desde hace meses todos los tallos se curvan hacia abajo y las hojas están blandas y lánguidas. Eso cuando no amarillean y se caen, que también pasa a menudo. Yo ya no sé qué hacer con ella. Si no la riego se seca. Si la riego se pudre... He pensado en podarla un poco, pero mis nociones de jardinería son nulas (por qué siempre desconecto en la parte de jardinería de Bricomanía?) y me da miedo cortar tallos importantes y asesinar a la planta, como si tirando tabiques para hacer reforma en casa fuese y me cargase un muro maestro... También he probado a cambiarla de tiesto, a uno más grande a ver si así está más cómoda, pero nada.
Yo creo que mi planta quiere morir, como Ramón Sampedro. De hecho hace unos días volví a casa de la universidad y me la encontré tirada en el suelo. Me había dejado la ventana abierta y bien pudo ser un golpe de viento, pero yo en mi fuero interno estoy convencido de que se quiso suicidar. Menos mal que llegué a tiempo y la salvé, aunque no sé si debía haberla dejado morir. Total, me queda un mes aquí y es seguro que no me la voy a llevar. Es mejor así.
Ahora he tomado la determinación de no cuidarla más. La voy a dejar que se muera. Ahora lo único que haré será hablarla, para tranquilizarla en estas horas bajas próximas al ocaso, en plan Cuidados Paliativos, o Unidad del Dolor... Ha sido una bonita relación pero hay que amoldarse a las nuevas situaciones y mirar hacia adelante, y lamentablemente mi planta es un lastre para mi vida y mi carrera y debo dejarla atrás...
Adiós Planta. Besos en los tallos.
miércoles, junio 29, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario