Ayer me decía un amigo que tener pelo por el cuerpo es un coñazo porque cuando te bañas tardas muchísimo en secarte, y no lo había pensado, pero la verdad es que tiene razón. No obstante, donde hay pelo hay alegría y yo la verdad es que pagaría por tener una buena alfombrita en el pecho, no excesivamente abundante, pero sí bonita y bien distribuida. Hoy voy a hacer una pequeña reflexión acerca de lo que sería mi vida si hubiese tenido pelo en el pecho.
Soy muy fans del pelo en el pecho, ergo me gustan los osos. No necesariamente camioneros chungos, ni osas leatheronas límite, ni subespecies por el estilo. Simplemente me gustan los hombres no demasiado delgados y que tengan suficiente pelo como para enredar un poquito los dedos al acariciarles el pecho. Por supuesto y como añadido indispensable también me gustan las barbitas, perillas, patillas y todos los derivados de composiciones y arreglos capilares en la cara. De aquí se puede deducir fácilmente que del colectivo indie-esquelético-lampiño y demás modernas de mierda sólo me interesa la estética, salvo honrosas excepciones.También ocurre que sufro una enfermedad que me hace tender a querer parecerme al tipo de hombre que llena mis imágenes mentales en las frías y solitarias noches de invierno, por lo que cada vez que veo mi pecho pelado y blanquecino y mi cutrebarba que no llega a cerrarse ni de coña, me tiro de los pelos (de la cabeza, que ahí si que tengo, y abundante por cierto).
La inmensa mayoría de la comunidad osa es bastante endogámica y sólo les gusta liarse con pseudoclones suyos. Esto es una realidad contrastada por organismos oficiales y tiendas que traen de fuera. Por esta razón mis relaciones sentimentales con miembros de tal comunidad se reducen al aquí te pillo, aquí te mato. Esto me hace pensar que, dadas mis características físicas, si hubiese sido mínimamente peludito, habría sido un osito monísimo, pero no, como no tengo más pelo que una especia de pelusilla ridícula, soy una especie de ser inclasificable que no tiene pelo para ser oso, demasiado delgado para ser un gordo oficial, pero demasiado gordo para ser un chaser o caza osos... Debido a esto no me echo novio ni de puñetera casualidad.
Si fuera peludo llevaría ennoviado un montón de años, lo que supondría que no invertiría el 90% de mi tiempo en pensar en sexo, como hago ahora. Todo este tiempo libre para mis neuronas sería invertido en actividades mucho más académicas y enriquecedoras, que me habrían llevado a acabar la carrera a curso por año y estar a estas alturas en un puesto de trabajo hiperbien remunerado (si no al frente de mi propia empresa de producción de remoulade). Con semejante sueldazo no podría hacer otra cosa que abandonar el nido familiar e irme a vivir a un super ático en plena Gran Vía, por supuesto en propiedad, nada de alquiler. En fin, que mi vida sería maravillosa con sólo unos cuantos cientos de pelos en mis pectorales...
Por cierto, de repente ahora me está entrando la angustia pensando que ya he hecho este post o alguno muy parecido... Si resulta que sí lo había hecho y alguien lo reconoce, doy permiso para ser linchado públicamente por quedarme sin ideas nuevas antes del post número 100.
Besos en las ingles.
P.D: Ayer en el metro, el tío que estaba sentado en frente de mí (pinta bastante normal, 35 años, un poco richar, eso sí), con total parsimonia, sacó de una bolsa de plástico una botella de Ballantines, le quitó el precinto, y le pegó un lingotazo eterno hasta que se hubo bebido un cuarto de botella de whisky de una atacada. Se me salieron los ojos de las órbitas con total estupor (todo el mundo en el vagón flipó bastante). Luego la cerró, la volvió a meter en la bolsa y siguió el viaje como si no hubiese pasado nada... Yo no sé si es que últimamente viajo poco en metro o que yo me estoy volviendo un poco asín, pero estas cosas me parecen muy fuertes...
jueves, octubre 06, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario