Me ha comunicado Flat Eric que le han retirado el blog y que ha perdido todo y de repente me he cagado vivo, porque vale que no actualice desde hace dos años, pero eso es una cosa y otra muy distinta es que pierda este diario de tres años de correrías. De modo que me he metido a hacer una actulización revitalizante. Voy a ello:
- He vivido un año con Flar Eric y con Farala, y uno más sólo con Farala. Muy bien pero se quemó la etapa.
- Acabo de mudarme con mi novio, con el que voy a hacer dos años. Muy bien, aunque aún es el comienzo de la etapa.
- Tengo una estabilidad en el trabajo bastante envidiable. Estoy un poco aburrido pero aún así toco madera. Virgencita que me quede como estoy.
- Gané una panojada obscena en Identity, de la cual me he gastado un piquito importante y me tengo que cortar.
- Mis amigos han empezado a reproducirse y me da un poco de cague. Felicidades a los nuevos papás.
- Empiezo en breve a buscar una casa para comprar. No tengo ni idea de dónde ni cómo quiero vivir.
- En un mes cumplo treinta años y mi vida a cambiado bastante desde la última actualización. En definitiva, me estoy haciendo asquerosamente mayor, y de estono hay vuelta atrás.
Hasta dentro de otros dos años. Besos en las ingles.
jueves, junio 11, 2009
lunes, julio 30, 2007
Bomba manchega
Después de consumir mis cortas vacaciones en poco más que dormir como un cochino, esperaba con ansiedad este fin de semana. Piscu nos había organizado una ruralada en un pueblecillo de la Cuenca profunda, que aparte del atractivo que ya de por sí tiene el pasar un par de días haciendo cosas campestres (entiéndase como cosas campestres el tomar copas en una casa rural), tenía otro fastuoso aliciente: ir a ver a Chico y Chica, cabeza de cartel (y prácticamente únicos participantes) de la primera edición del Festival Zumo de Arte Exprimido de Villanueva de la Jara. Entendéis mi excitación, ¿no?
Así que el viernes, tomando Gáyer Ville como base de operaciones, partimos en mi pequeño bólido Patata, Piscu, Farala y yo hacia tierras manchegas. Según los vaticinios de Via Michelín nos quedaba aproximadamente 1h40m de viaje hasta alcanzar nuestro destino, pero lo cierto es que tardamos unas cuatro horas y pico en llegar, gracias a los atasquillos de la Operación Salida. Comprenderéis que si a los refrescantes 87 ºC que hacían a las 5 de la tarde le sumamos la horrorosa verborrea con la que Patata nos castigó durante prácticamente la totalidad del viaje, nos queda un trayecto absolutamente delicioso. Para no morir tuvimos que hacer escala en un pueblecillo desierto donde adquirimos artículos de primera necesidad, como vino, cerveza, ron y sandía, y unas galletas riquísimas que eran como dar un bocado a un puñado de arena. Nos dio muchísima pena llegar después de perdernos 17 veces y de que a Farala se le calase el coche unas 300.
La casa rural, llamada La Cristo (que es un nombre como muy de travesti de provincia) superó con creces nuestras expectativas… Cuando una de las (suponemos) lesbianas que la gestionaba nos la enseñó no dábamos crédito. ¡Pero qué grande y que cuco es todo! Hasta teníamos una bodega/catacumba que salía de la terraza que parecía la entrada a las pirámides. En la bodega cantamos Tierras de Egipto y nos salimos pronto, porque aparte de que hacía bastante frío ahí dentro, no encontramos nada de cruising ni de hombres semidesnudos practicando sepso, así que nuestro interés decayó pronto.
Rápidamente nos dispusimos a cenar unos huevos mochados sobre cama de patatas fritas que preparó Piscu para asentar el estómago y que nos cupiese más ron. Bailamos bastante, hicimos cosas rurales como fotografiarnos con regaderas y aperos de labranza que había de decoración por todas partes y, cuando Farala prácticamente no se tenía en pie, nos dispusimos a tirarnos a las calles a enseñarnos por ahí. Esto no dejaba de ser una aventura bastante emocionante y temeraria, porque íbamos disfrazados de urbanitas y soltando pluma como locos, que en los pueblos se lleva de poco a nada, y corríamos bastante riesgo de ser apedreados en cuanto nos pillase la típica pandilla de macarras. Al final macarras no había casi, probablemente porque estaban todos en una serie de conciertos jevis que se oían de fondo, perpetrados por grupos con nombres tan sugerentes como Ochorizo que además se alojaban en la planta de arriba de nuestra casa. Lo que no sabíamos, ni sabríamos hasta el día siguiente, es lo gay friendly que era además en concreto ese pueblo, aunque debíamos haberlo sospechado, ya que para empezar, para que un pueblo traiga a Chycha a tocar tiene que ser o muy moderno, o muy marica, o las dos cosas.
Cerquita de casa había una discoteca elegantísima que se llamaba Bumker, sí, BuMker, con eme, porque de toda la vida eme antes de ka, que sospechábamos que sería el centro neurálgico de la vida nocturna de los oriundos de la villa, así que nos dirigimos a ella. No llegamos ni a entrar porque, aparte del hipnótico chunda-chunda que salía de ahí, nos encontramos a unas chavalas de unos 14 años que nos dijeron que la música era muy “mascachapas” y que además no había nadie dentro, así que se ofrecieron a llevarnos al otro sitio de marcha que había en el pueblo. Mientras caminábamos comentábamos los típicos temas recurrentes entre personas rurales y urbanas, a saber, precio de las copas, qué se hace en un pueblo para divertirse y cosas así. Yo la verdad es que no me enteré mucho, pero parecieron quedar fascinadas de que tuviésemos ya nuestra carrera acabada y todo, y prácticamente se desmayaron de placer cuando supieron que esta gente entrevistaba a famosos y que íbamos a ruedas de prensa de Factor X y tal. Cuando les comentamos que Fangoria visitaría su pueblo a la semana siguiente dijeron que costaba 10 euros y que con ese dinero se hacían un botellón, que si al menos fuesen Melendi o Marea… Aquí evidentemente nos separamos.
En la terracilla andaluza donde nos dejaron nos tomamos una copa a 3,5 eurillos de nada y salimos despavoridos, porque, aquí también, estábamos absolutamente solos y nos sentíamos observados. Piscu y Patata se retiraron a sus aposentos, mientras que Farala y yo decidimos darle una oportunidad al Bumker, que a esos precios bien lo valía. Allí nos tomamos un par de copillas más mientras observábamos estilismos y a la guarrona del pueblo menear las carnes y ya decidimos que si habíamos sobrevivido hasta esa hora lo prudente era no jugárnosla más y volver a casa sanos y salvos.
Cuando desperté a la mañana siguiente Piscu y Patata ya habían salido a comprar cosas de barbacoa, así que prácticamente desde las 12 ya estábamos achicharrándonos al sol mientras Piscu con su torso desnudo preparaba las brasas mientras bailaba Kylie. Nosotros alternábamos el quemarnos la piel con el plástico candente del respaldo de las sillas con regarnos con la manguera mientras bailábamos y hacíamos poses de ambos equipos de “Nadie es perfecto”.
Había serias sospechas, pero no estábamos seguros hasta que la señora de la casa nos vino a avisar. Efectivamente, una vez los jevis se hubieron marchado, los siguientes inquilinos del piso de arriba serían los mismísimos Chycha. Yo pasé toda la comida mirando por la ventana, y la siesta con un ojo abierto y otro cerrado en una mecedora junto a la ventana, como las viejas, esperando su llegada. Unas tres horas después de lo previsto aparecieron:
- Rose: Uy, mirad, hay un chico ahí en la ventana.
- Ann: (saludando con la mano a través de la rejilla antimosquitos) Holaaaaaaaaa. Nos vemos esta nocheeeeeeee.
- Rose: (Con cara de “este tío está loco”). Si, si…
Patético, ¿verdad? Pues sí, así de lamentable soy yo. Luego nos enterábamos de que la de la casa, del mismo modo que nos informaba a nosotros de la presencia de Chycha en el piso de arriba, les comentaba a ellos que tendrían un grupillo de fans histéricos bajo sus pies… Claro, con esa predisposición…
Más tarde pasé a ser ninguneado por mis amigos, que guardaban fujitsu y miraban al vacío cuando les proponía ir a la piscina, así que básicamente la tarde se redujo a vegetar y cosas por el estilo. Cuando la temperatura bajó de 40 ºC Piscu y yo salimos a dar un paseo con las manos agarradas por detrás y con pasos cortos mirando al suelo, como los viejos, para mimetizarnos con los lugareños, y de paso hicimos la compra, basada en fritos , rebozados y ron. A la cajera le caímos simpatiquísimos y nos regaló unos pastelitos con salmonella y unas cubiteras que hacían los hielos con forma de las letras de la marca del supermercado. Un arte. Cabe destacar que de repente nos para un coche, conducido por el concejal de cultura del pueblo, que además se llama Aníbal y sale en La Hora Chanante, y nos dice:
- ¿Buscáis el recinto del Zumo? Es justo ahí.
- Bueno, estábamos paseando, pero está bien saberlo. Gracias.
- Porque vosotros sois los que habéis venido a ver a Chycha, ¿no?
- ¿los que?... Uhmmm, pues suponemos que sí…
Poco después hacía su llegada al pueblo mi queridísimo amigo Juan Flahn, que no sólo es un espectáculo ya de por sí, sino que además constituía nuestro pasaporte a una fastuosa velada con Chycha, debido a los lazos amistosos-bilbaínos que le unían de mucho tiempo atrás a Rose y a Chen.
- Están cantando Maitetxu mía en la iglesia.
- Ah, fenomenal. ¿Vamos a casa?
Según llegó a casa se puso a preparar los fritos el mismo, así que nosotros encantados. Nos preparamos unos bloodymarises con su ramita de apio y todo y nos sentamos a esperar a que llegasen los Chycha, porque Juan ya se había comunicado con ellos y venían rumbo a casa.
Llegaron media hora después y les agasajamos con restos de croquetas aceitosas y con empanadillas huecas con el relleno quemado cubriéndolas, que por lo visto a Chico le gustaron un montón. Enseguida reconocieron a Piscu y a la Patata y minutos después ya estábamos rajando como cotorras sobre cosméticos y sobre fans.
Se iba acercando la hora del concierto, de modo que nos separamos para meternos en la ducha y que los artistas se enfundaran en unas faldas escocesas muy trabajadas y unos tops hechos de remiendos de pieles de animales asilvestrados, cogidos con imperdibles. Chen además llevaba un collar de unos seis metros alrededor del cuello. Era un look muy interesante y muy transgresor. Los Chycha se fueron antes y nosotros nos quedamos porque resulta que Lesbos había removido Roma con Santiago para poder plantarse en el concierto, saliendo de Madrid a las 22:30 de la noche, de modo que había que esperarla.
Al final los tiempos cuadraron al milímetro y todos, Lesbos incluida, estábamos pagando los cinco eurillos que nos daban acceso al granero donde tocaban. Cuando salieron a escena directamente enloquecimos. Rose sacó un retrato que le habían hecho donde salía muy guapa, pero que por lo visto si lo mirabas de cerca parecía un actor o algo así, pero no me acuerdo del nombre y yo no lo noté.
Pidieron secarse el sudor y como nadie les daba nada pues Rose puso voz de Vero de Cuatro en Alicante. “Joder, pues quitaros la camiseta o algo” y Juan les lanzó su camiseta y se quedó todo el concierto con las tetas peludas al aire, que está fenomenal. Eso si que es ser fans.
Yo nunca he sido de acordarme de los temas que tocan en los conciertos a los que asisto, pero esta vez haré un esfuerzo y me intentaré acordar, aunque el orden ya sí que ni de coña. Sería una cosa así:
- Tierras de Egipto- No comprendes que te amo
- No me preguntes la hora
- Supervaga
- Es lo suyo
- Tú lo que tienes que hacer
- De cintura para arriba
- Vaporízame
- Bomba latina
- Oda al cuello Halter
- Cenas cines
- La vez que mejor
Me faltan muchas, pero la verdad es que no me acuerdo de más. Hicieron un primer bis ya que la muchedumbre les llamaba a gritos, y luego salieron a un segundo bis porque les salía del coño, aunque nadie se lo pidió, pero lo gozamos también mucho. La verdad es que dieron un conciertazo y bailaron un montón y todo. Luego se tuvieron que ir pronto porque madrugaban, pero nosotros congregamos a toda la comunidad gay del pueblo y tras pasarnos rajando en la puerta un millón de horas, nos largamos a casa con toda la cuchipandi a chill-outear.
Yo a esas alturas estaba ya bastante peda y no me acuerdo bien, pero estábamos en casa ciento y la madre, y luego aparecieron más gentes que no conocíamos de nada, y Farala empezó a entrar en un bucle de rayamiento y espiral de autodestrucción y se tuvo que salir a la terraza para no echar a todo el mundo a escobazos. Al final fui yo el que amablemente les invitó a abandonar nuestro hogar y discretamente se fueron. Nosotros, como somos lo peor ya pensábamos que nos habían robado el tabaco y la cartera y todo, pero al final nada y nos tuvimos que comer las palabras.
La noche (o más bien mañana) fue un horror de calor y de todo y no pudimos dormir casi nada, así que el día siguiente lo pasamos prácticamente como muertos en vida. Comimos unos espaguetis putrefactos que nos preparó Piscu y para dormir la siesta Juan Flahn nos puso su maquinita de iPod con unas cosas relajantes que consistían en una señora hablando y pidiéndote que expulsases tus problemas y fueses feliz… Al final todos durmiendo como benditos, oyes.
Luego ya recoger y todo eso para ponernos en marcha para la vuelta, que gracias a Dior fue muchísimo más corta, aunque nuestras retenciones nos encontramos. Afortunadamente, en los atascos siempre se puede echar mano de juegos populares o inventados por Piscu, con lo que pasamos un rato muy agradable contándonos nuestras fantasías cumplidas o sin cumplir, qué grupos nos encantan aunque nunca lo reconoceríamos, o qué haríamos si nuestro novio desaparece durante dos años y reaparece convertido en mujer.
En fin, que ésta ha sido la crónica de un viaje que fijaos si ha sido divertido que ha sido capaz de que me ponga a escribir mi post trimestral. Ahí es nada. Y si es largo os aguantáis, que para una vez que escribo...
Hasta la próxima entrada. Besos en las ingles.
martes, abril 17, 2007
Eutanasia o extinción
Ya no voy a excusarme por no actualizar ni a prometer nada, que ya está visto que cae en saco roto. Me hallo en la disyuntiva de cerrar definitivamente este blog, por motivos más que evidentes, o mantenerlo, aunque sea con respirador artificial en la Unidad de Cuidados Paliativos.
Está claro que actualizar una vez cada quince días, cuando más, no es un ritmo de blog ni es nada, pero me da una pena infinita escribir un post de adiós definitivo. Además, ahora que vivo independiente se ha abierto una etapa de mi vida bastante fastuosa, y realmente todos los días ocurren cosas graciosas. Por otro lado tampoco me parece de recibo tener a los lectores mareados con “Que sí, que ya veréis como ahora ya sí actualizo todos los días”.
Por esta razón, he tomado la decisión, nada firme, de actualizar únicamente cuando me apetezca mogollón, tenga algo importantísimo que contar o ocurra un milagro y mi cuenta bancaria suba 5 céntimos por cada tecla presionada. No obstante, desde aquí insto a mis sufridos y ya muy escasos lectores que se mojen y me den su opinión sincera: Diario de Ann O’Nadada, ¿muerte digna por eutanasia o lenta y agónica extinción?. Se abre el debate.
Está claro que actualizar una vez cada quince días, cuando más, no es un ritmo de blog ni es nada, pero me da una pena infinita escribir un post de adiós definitivo. Además, ahora que vivo independiente se ha abierto una etapa de mi vida bastante fastuosa, y realmente todos los días ocurren cosas graciosas. Por otro lado tampoco me parece de recibo tener a los lectores mareados con “Que sí, que ya veréis como ahora ya sí actualizo todos los días”.
Por esta razón, he tomado la decisión, nada firme, de actualizar únicamente cuando me apetezca mogollón, tenga algo importantísimo que contar o ocurra un milagro y mi cuenta bancaria suba 5 céntimos por cada tecla presionada. No obstante, desde aquí insto a mis sufridos y ya muy escasos lectores que se mojen y me den su opinión sincera: Diario de Ann O’Nadada, ¿muerte digna por eutanasia o lenta y agónica extinción?. Se abre el debate.
martes, marzo 06, 2007
Cerro curro
Supongo que habréis observado que hace unos diíllas que no actualizo. Pues bien, esto se debe a que tengo una poquita de curro y un ligero estrés mudancil, pero pronto se solventará esta situación y podré contaros cosas muy interesantes.... Es posible que suba fotos y todo...
La actualización es inminente. Besos en las ingles.
martes, enero 23, 2007
El finde bien, gracias
Estoy un poco hasta las pelotas de la crónica del viaje a Londres, así que la voy a despachar rápidamente:
El último día nos levantamos, desayunamos en Hyde Park y nos fuimos al aeropuerto y de ahí a casa, con un montón de experiencias ganadas y un montón de panoja perdida. Fin de la crónica. ¿Veis qué rápido y qué bien?
Estos últimos días se han caracterizado por muchos, muchos, muchos cambios, probablemente demasiados, más de los que puedo digerir y algunos no elegidos al 100%, pero altamente necesarios todos. Haré una entrada sobre ellos cuando las cosas estén más asentadas y no sean totalmente futuribles. Queda mucho trabajo por hacer. Por ello, y como ni me apetece, ni es momento de ponerme drama queen, haré un repaso frívolo del fin de semana y aledaños.
El viernes, tras realizar unas gestiones que no puedo ni debo comentar aún, me dirigí a casa de Claudio hecho un pincel para recogerle e irnos al teatro (Claudio es un periodista muy influyente y continuamente nos invita a una gran variedad de actos culturales, o no culturales pero con gran cantidad de comercio y bebercio).
La obra que íbamos a ver era Closer, dirigida por Mariano Barroso y protagonizada por Belén Rueda, José Luis García, Sergio Mur y Lidia Navarro. Yo la película ya la había visto, y pese a que todo el mundo salía desmayado de placer del cine, a mi me pareció bastante menos epatante. La banda sonora definitivamente sí (The blower’s daughter es un t-e-m-a-z-o, altamente recomendable para follar, por cierto). El caso es que a Claudio le salían las entradas gratis y no sería la primera vez que veía la misma obra en cine y en teatro, que suelen ser calcadas, por cierto.
Como llegué con tiempo de sobra decidimos plimplarnos el cava que había sobrado de Navidad, para ir bien borrachos al teatro, que es lo que cualquier periodista que se tenga como tal debe hacer, o eso me comentó Claudio. Mientras nos bebíamos el espumoso, tuvimos una sesión de tontadas bastante espectacular en la que jugamos a “Diseña tu ser”, que es ese juego de niño pequeño en el que un papel se dobla por varias partes y cada participante va pintando un trozo del bocho sin ver lo que han pintado los otros, para luego reírse mucho con el resultado final. En realidad no nos reímos nada, así que pasamos a pintar otras cosas. Claudio redefinió con un dibujito magistral el concepto de personalidad pasiva agresiva y luego hizo una interpretación libre de mi persona con la que casi me cago de risa. A grandes rasgos, era yo, con muchas bolsas en los ojos, con la cabeza muy grande y el cuerpo muy pequeño a cuatro patas con el culo en pompa delante del ordenador con una bolsa de pipas. Mucho arte. Yo le pinté a él con todos los elementos de la cara apretados en la mitad superior... Debería escanear esos dibujos y subirlos, que casi lloro de risa.
Antes de entrar en el teatro fuimos a comer algo que resultó ser un menú del McDonalds, porque yo si me salto la dieta me la salto bien (Llevo quince días a dieta, no he dicho nada porque forma parte del futuro post Cambios, cambios, cambios). Nos pusimos bien cerdos, eso sí, con Coca-cola Zero, que es la que piden los que sienten que pedir Coca-cola Light atenta contra su masculinidad. En la cola volvimos a comentar lo horrible que debe ser trabajar en un burger.
Nos sentamos en la butaca con la hora pegada al culo y empecé a fijarme en la canción con la que nos entretenían mientras empezaba la función... De repente me di cuenta que la función ya había empezado y que la canción seguía ahí. Y entonces caí: la canción que sería el tema central de la obra era una con la que llevaba semanas martilleándome en casa. Se trataba de “If you go away”, la versión inglesa del “Ne me quitte pas” de ¿Jacques Brel?. La versión que llevo en el iPod está cantada por Dusty Springfield, pero la que sonaba no era esa...
- Claudio: Es Björk.
- Ann: ¡No jodas! ¡Es verdad! ¡¡Me encantaaaaa!!
La verdad es que con mi estado de ánimo me venía regular oír esa canción, pero casi me hago pis del gusto. Rediós, que bonita es y que bien versionada está... En fin, que la obra de teatro no me dio ni frío ni calor. Se dejaba ver, pero tampoco me llegó al alma, las cosas como son. Las escenas pasionales no me tocaban y los toques de humor ni me hacían gracia ni me pegaban con el resto de la obra. Además, los actores que encarnaban el papel que hicieron Jude Law y Natalie Portman en la película eran peores que pegarle a un padre. Sin duda procedentes del mundo del doblaje (y si no, deberían acabar allí), el soniquete continuo con que hablaban no varió un ápice en toda la función... Belén Rueda se salva de la quema más o menos.
A la salida del teatro volvimos a casa de Claudio a seguir avituallándonos con alcoholes y de ahí rumbo al Top of the Pops, donde nos esperaba Dwalks con una amiguita de su trabajo. Yo a este bar ya había ido, pero cuando se llamaba otra cosa y la verdad es que el cambio le ha sentado muy bien. El pincharrajeamiento estuvo fenomenal, salpicado con numerosos temas filogays además. Estuvimos rajando un par de horitas y nos pusimos un poco al día de nuestras cosas, que la verdad es que tienen miga. Un punto negativo fue mi insistencia en meter la pata cada diez minutos haciendo comentarios sobre el blog de Dwalks, cuando la acompañante desconocía su existencia. Daba igual que Dwalks arqueara las cejas y pusiese cara de "cállatequeestanosabenada", yo seguía y metía la pata hasta la rodilla, y si no no me quedaba contento. Menos mal que él es muy comprensivo y aún así me sigue cuidando y haciéndome favores.
El último día nos levantamos, desayunamos en Hyde Park y nos fuimos al aeropuerto y de ahí a casa, con un montón de experiencias ganadas y un montón de panoja perdida. Fin de la crónica. ¿Veis qué rápido y qué bien?
Estos últimos días se han caracterizado por muchos, muchos, muchos cambios, probablemente demasiados, más de los que puedo digerir y algunos no elegidos al 100%, pero altamente necesarios todos. Haré una entrada sobre ellos cuando las cosas estén más asentadas y no sean totalmente futuribles. Queda mucho trabajo por hacer. Por ello, y como ni me apetece, ni es momento de ponerme drama queen, haré un repaso frívolo del fin de semana y aledaños.
El viernes, tras realizar unas gestiones que no puedo ni debo comentar aún, me dirigí a casa de Claudio hecho un pincel para recogerle e irnos al teatro (Claudio es un periodista muy influyente y continuamente nos invita a una gran variedad de actos culturales, o no culturales pero con gran cantidad de comercio y bebercio).
La obra que íbamos a ver era Closer, dirigida por Mariano Barroso y protagonizada por Belén Rueda, José Luis García, Sergio Mur y Lidia Navarro. Yo la película ya la había visto, y pese a que todo el mundo salía desmayado de placer del cine, a mi me pareció bastante menos epatante. La banda sonora definitivamente sí (The blower’s daughter es un t-e-m-a-z-o, altamente recomendable para follar, por cierto). El caso es que a Claudio le salían las entradas gratis y no sería la primera vez que veía la misma obra en cine y en teatro, que suelen ser calcadas, por cierto.
Como llegué con tiempo de sobra decidimos plimplarnos el cava que había sobrado de Navidad, para ir bien borrachos al teatro, que es lo que cualquier periodista que se tenga como tal debe hacer, o eso me comentó Claudio. Mientras nos bebíamos el espumoso, tuvimos una sesión de tontadas bastante espectacular en la que jugamos a “Diseña tu ser”, que es ese juego de niño pequeño en el que un papel se dobla por varias partes y cada participante va pintando un trozo del bocho sin ver lo que han pintado los otros, para luego reírse mucho con el resultado final. En realidad no nos reímos nada, así que pasamos a pintar otras cosas. Claudio redefinió con un dibujito magistral el concepto de personalidad pasiva agresiva y luego hizo una interpretación libre de mi persona con la que casi me cago de risa. A grandes rasgos, era yo, con muchas bolsas en los ojos, con la cabeza muy grande y el cuerpo muy pequeño a cuatro patas con el culo en pompa delante del ordenador con una bolsa de pipas. Mucho arte. Yo le pinté a él con todos los elementos de la cara apretados en la mitad superior... Debería escanear esos dibujos y subirlos, que casi lloro de risa.
Antes de entrar en el teatro fuimos a comer algo que resultó ser un menú del McDonalds, porque yo si me salto la dieta me la salto bien (Llevo quince días a dieta, no he dicho nada porque forma parte del futuro post Cambios, cambios, cambios). Nos pusimos bien cerdos, eso sí, con Coca-cola Zero, que es la que piden los que sienten que pedir Coca-cola Light atenta contra su masculinidad. En la cola volvimos a comentar lo horrible que debe ser trabajar en un burger.
Nos sentamos en la butaca con la hora pegada al culo y empecé a fijarme en la canción con la que nos entretenían mientras empezaba la función... De repente me di cuenta que la función ya había empezado y que la canción seguía ahí. Y entonces caí: la canción que sería el tema central de la obra era una con la que llevaba semanas martilleándome en casa. Se trataba de “If you go away”, la versión inglesa del “Ne me quitte pas” de ¿Jacques Brel?. La versión que llevo en el iPod está cantada por Dusty Springfield, pero la que sonaba no era esa...
- Claudio: Es Björk.
- Ann: ¡No jodas! ¡Es verdad! ¡¡Me encantaaaaa!!
La verdad es que con mi estado de ánimo me venía regular oír esa canción, pero casi me hago pis del gusto. Rediós, que bonita es y que bien versionada está... En fin, que la obra de teatro no me dio ni frío ni calor. Se dejaba ver, pero tampoco me llegó al alma, las cosas como son. Las escenas pasionales no me tocaban y los toques de humor ni me hacían gracia ni me pegaban con el resto de la obra. Además, los actores que encarnaban el papel que hicieron Jude Law y Natalie Portman en la película eran peores que pegarle a un padre. Sin duda procedentes del mundo del doblaje (y si no, deberían acabar allí), el soniquete continuo con que hablaban no varió un ápice en toda la función... Belén Rueda se salva de la quema más o menos.
A la salida del teatro volvimos a casa de Claudio a seguir avituallándonos con alcoholes y de ahí rumbo al Top of the Pops, donde nos esperaba Dwalks con una amiguita de su trabajo. Yo a este bar ya había ido, pero cuando se llamaba otra cosa y la verdad es que el cambio le ha sentado muy bien. El pincharrajeamiento estuvo fenomenal, salpicado con numerosos temas filogays además. Estuvimos rajando un par de horitas y nos pusimos un poco al día de nuestras cosas, que la verdad es que tienen miga. Un punto negativo fue mi insistencia en meter la pata cada diez minutos haciendo comentarios sobre el blog de Dwalks, cuando la acompañante desconocía su existencia. Daba igual que Dwalks arqueara las cejas y pusiese cara de "cállatequeestanosabenada", yo seguía y metía la pata hasta la rodilla, y si no no me quedaba contento. Menos mal que él es muy comprensivo y aún así me sigue cuidando y haciéndome favores.
Un poco fuerte cuando me encontré delante mía nada más y nada menos que a Mística, que para mi asombro es el novio del pincha que tanto nos gustó... La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida...
Cuando las coñas acerca de la purpurina de la pared que se había quedado adherida en mi cara, pelo y ropa cruzaron la línea de lo tolerable decidimos separarnos. Pese a la insistencia de Dwalks en acostarse conmigo esgrimiendo la poderosa razón de su macrorrabo, consideré que si había salido con Claudio, debía acabar la noche con él, así que nos dijimos adiós educadamente y ellos pusieron rumbo al paraíso del garrafón de tercera regional que es el ochoymedio y nosotros a nuestra catedral del pelo y el sudor, a saber, el Angel. He de decir, que por esta vez, y sin que sirva de precedente, tuvimos la suerte que no hubiese ninguna fiesta bakala.org o sado-fist-sex ni nada raro. Nosotros somos más de clásicos. De todos modos hay que ver qué de capa caída está el Angel desde que abrieron ese sitio que se llama Spank al que sólo he ido una vez y del que no recuerdo nada por el colocón que llevaba.
Allí estuvimos haciendo el canelo, que es lo que hacemos siempre, y hablando con distintas gentes, entre las que se encontraba Adrián el Moro con un churri con el que llevaba ya 7 citas. 7 citas ya es una relación seria, ¿no?. Le felicitamos mucho por esa bonita historia y yo me lo follé con la mirada, como siempre.
Misteriosamente a eso de las cinco y media acordarmos irnos a casa, cosa harto rara, porque Claudio tiene una enfermedad que no le permite irse de un sitio antes de que lo cierren y la luz le queme las retinas hiperdilatadas. Yo, como me amoldo a todo, pese a que me hubiese quedado un rato más, decidí que allí estaba tol pescao vendío y que lo elegante y lo prudente era irse con la música a otra parte, siendo la otra parte el colchón Lo Mónaco de Claudio, en el que vengo reposando todos los viernes de los últimos 3 meses.
A la mañana siguiente me levanté tarde, pero más fresco que una lechuga, aunque cuando de verdad me espabilé fue al ver que eran las 2 y media y yo estaba en casa de Claudio cuando tendría que estar tomando el aperitivo en el cumpleaños de Inmálvaro.... “Bueno, pues ya me incorporo luego.... ¡Mierda, que también tengo el cumpleaños de mi sobrino!”
Un taxi y 7 euros después estaba en mi casa duchándome y preparándome para una reunión familiar que me apetecía regular. En el cumple de mi sobri volví a saltarme la dieta como está mandado, y después de llenarme de hojaldres y patatas fritas me encaminé hacia el siguiente evento, que teniendo en cuenta que había empezado 6 horas antes, suponía que iba a estar ya bastante matadito. Nada más lejos de la realidad.
Cuando llegué eso parecía una boda gitana. Todo lleno de comida. La música a todo meter y la gente pimpladilla, aunque moderadamente. Ah, y también una niña con ricitos que no se sabe muy bien qué es lo que pintaba allí.
Pese a que todo tenía muy buena pinta decidí no comer más, más que nada porque ya estaba lleno (ahora tengo el estómago del tamaño de una aceituna), pero como los líquidos adoptan la forma del recipiente que los contiene, pensé que unas buenas copas me vendrían fenomenal, de modo que me puse a gintónics a intentar remontar la ventaja que me llevaba el pelotón.
La verdad es que me lo pasé muy bien y me vino genial ver a toda esta gente, que a algunos de ellos llevaba fácil 6 meses sin verles. Acabamos haciéndonos fotos con una peluca y un traje de músculos que no se sabe muy bien de dónde había salido. Yo me lo probé a modo de coña, pero mi secreta intención era ir haciéndome una idea de cómo me voy a poner de aquí a unos meses.
A las 2 de la mañana, cuando la gente ya había cruzado la barrera de las 12 horas de celebración nos fuimos al Naranja al cumpleaños de la Bravera, esto es, el tercer cumpleaños de la tarde. A mi se me pasó totalmente que el dresscode era blanco-negro-rojo, pero como iba muy mono dio un poco igual. Seguí con las copas y aquí la noche se empieza a difuminar...
El domingo se resume muy brevemente: VEGETAR. Intenté ver unos capítulos de The League of Gentleman pero me quedé dormido... Por cierto, vaya decepción de serie... Ah, al final de la tarde quedé con Dookie y con Silvia, que a ésta última si que hacía eones que no la veía y la tenía que felicitar por las nominaciones a los Goya y esos temas.
Cuando las coñas acerca de la purpurina de la pared que se había quedado adherida en mi cara, pelo y ropa cruzaron la línea de lo tolerable decidimos separarnos. Pese a la insistencia de Dwalks en acostarse conmigo esgrimiendo la poderosa razón de su macrorrabo, consideré que si había salido con Claudio, debía acabar la noche con él, así que nos dijimos adiós educadamente y ellos pusieron rumbo al paraíso del garrafón de tercera regional que es el ochoymedio y nosotros a nuestra catedral del pelo y el sudor, a saber, el Angel. He de decir, que por esta vez, y sin que sirva de precedente, tuvimos la suerte que no hubiese ninguna fiesta bakala.org o sado-fist-sex ni nada raro. Nosotros somos más de clásicos. De todos modos hay que ver qué de capa caída está el Angel desde que abrieron ese sitio que se llama Spank al que sólo he ido una vez y del que no recuerdo nada por el colocón que llevaba.
Allí estuvimos haciendo el canelo, que es lo que hacemos siempre, y hablando con distintas gentes, entre las que se encontraba Adrián el Moro con un churri con el que llevaba ya 7 citas. 7 citas ya es una relación seria, ¿no?. Le felicitamos mucho por esa bonita historia y yo me lo follé con la mirada, como siempre.
Misteriosamente a eso de las cinco y media acordarmos irnos a casa, cosa harto rara, porque Claudio tiene una enfermedad que no le permite irse de un sitio antes de que lo cierren y la luz le queme las retinas hiperdilatadas. Yo, como me amoldo a todo, pese a que me hubiese quedado un rato más, decidí que allí estaba tol pescao vendío y que lo elegante y lo prudente era irse con la música a otra parte, siendo la otra parte el colchón Lo Mónaco de Claudio, en el que vengo reposando todos los viernes de los últimos 3 meses.
A la mañana siguiente me levanté tarde, pero más fresco que una lechuga, aunque cuando de verdad me espabilé fue al ver que eran las 2 y media y yo estaba en casa de Claudio cuando tendría que estar tomando el aperitivo en el cumpleaños de Inmálvaro.... “Bueno, pues ya me incorporo luego.... ¡Mierda, que también tengo el cumpleaños de mi sobrino!”
Un taxi y 7 euros después estaba en mi casa duchándome y preparándome para una reunión familiar que me apetecía regular. En el cumple de mi sobri volví a saltarme la dieta como está mandado, y después de llenarme de hojaldres y patatas fritas me encaminé hacia el siguiente evento, que teniendo en cuenta que había empezado 6 horas antes, suponía que iba a estar ya bastante matadito. Nada más lejos de la realidad.
Cuando llegué eso parecía una boda gitana. Todo lleno de comida. La música a todo meter y la gente pimpladilla, aunque moderadamente. Ah, y también una niña con ricitos que no se sabe muy bien qué es lo que pintaba allí.
Pese a que todo tenía muy buena pinta decidí no comer más, más que nada porque ya estaba lleno (ahora tengo el estómago del tamaño de una aceituna), pero como los líquidos adoptan la forma del recipiente que los contiene, pensé que unas buenas copas me vendrían fenomenal, de modo que me puse a gintónics a intentar remontar la ventaja que me llevaba el pelotón.
La verdad es que me lo pasé muy bien y me vino genial ver a toda esta gente, que a algunos de ellos llevaba fácil 6 meses sin verles. Acabamos haciéndonos fotos con una peluca y un traje de músculos que no se sabe muy bien de dónde había salido. Yo me lo probé a modo de coña, pero mi secreta intención era ir haciéndome una idea de cómo me voy a poner de aquí a unos meses.
A las 2 de la mañana, cuando la gente ya había cruzado la barrera de las 12 horas de celebración nos fuimos al Naranja al cumpleaños de la Bravera, esto es, el tercer cumpleaños de la tarde. A mi se me pasó totalmente que el dresscode era blanco-negro-rojo, pero como iba muy mono dio un poco igual. Seguí con las copas y aquí la noche se empieza a difuminar...
El domingo se resume muy brevemente: VEGETAR. Intenté ver unos capítulos de The League of Gentleman pero me quedé dormido... Por cierto, vaya decepción de serie... Ah, al final de la tarde quedé con Dookie y con Silvia, que a ésta última si que hacía eones que no la veía y la tenía que felicitar por las nominaciones a los Goya y esos temas.
Y hasta aquí el fin de semana. Qué hartura de crónicas!. A partir de ahora sólo escribiré posts que requieran como máximo el 2% de mis neuronas...
NOTA: Al mismo tiempo que termino esta entrada, termina de arrancarme las dos millones de pelotillas que colgaban de mi jersey. ¿Os hacéis una idea de lo mucho que me está apeteciendo hoy trabajar?
NOTA: Al mismo tiempo que termino esta entrada, termina de arrancarme las dos millones de pelotillas que colgaban de mi jersey. ¿Os hacéis una idea de lo mucho que me está apeteciendo hoy trabajar?
miércoles, enero 17, 2007
Vacaciones. Parte V. Cenas, Cines
A la salida del concierto teníamos pensado ir a la convención de maricas redomados que se concentrarían en el club G-A-Y para cantar Kylie todos a coro y soltar mucha pluma pero no recuerdo por qué razón, si es que era caro, si había mucha cola, o si realmente no nos apetecía nada, al final decidimos ir a otro sitio, previa parada en el McDonalds para comer un poco de basurilla. Bueno, en McDonalds sólo yo, porque Patata y Claudio se compraron una manzana y un paquetito de sushi (!!!). Flat no comió nada, no porque no lo deseara, sino porque es pobre.
A continuación saltamos de local gáyer a local gáyer, pero solo de puerta a puerta, porque no entramos en ninguno, al menos Patata y yo, que decidimos que estábamos un poco hasta la pepitilla y que habían sido demasiadas emociones por aquel día. Preferíamos acabar la noche dignamente en la cama en vez de borrachos/drogados/dormidos en un sling de un bar infecto mientras nos practicaban un fist-fucking. El resto de la comitiva, encabezada por Antonio y un efebo armarizado que se había traído, siguieron de picos pardos hasta bien entrada la noche. Es que ellos son más jóvenes y más vitales...
Por lo visto aquella noche Flat intentó asesinarme de noche, presa de un ataque de ira propiciado por la intensidad ensordecedora de mis ronquidos. Yo es que soy marica, pero ronco como un tiarrón del norte, y los "Tchk, tchk, tchk tchk, tchk" me entran por un oído y me salen por el otro. Claudio en cambio está ya más que acostumbrado a ellos, porque desde hace unos meses su casa se ha convertido en mi residencia de fin de semana (hasta he dejado un cepillo de dientes allí, que cuando lo vio Claudio se quedó con cara de “Ya es oficial. No te saco de aquí ni con agua caliente, ¿no?”). La Patata, previsora, se había armado con unos útiles tapones de oídos y le hubiese dado igual que hubiese estallado la III Guerra Mundial.
A la mañana siguiente nos pusimos en marcha rumbo a Camden Town, para arrasar con moderneces y ropa de segunda mano. Patata lideraba la expedición, como siempre. El problema es que la brújula interna que tiene implantada en el cerebro a veces funciona por si sola y se pone en MODE AUTO ON, y de repente, sin comerlo ni beberlo nos vimos otra vez en la puerta del Topshop, es decir justo en la dirección contraria a la que debíamos ir.... Patata pidió disculpas, compró un par de cosas y, esta vez sí, nos fuimos a Camden.
Para no alargarme demasiado, diré que en general el sitio estaba muy chulo (la otra vez que estuve en Londres no me dio tiempo a ir), pero que la ropa tampoco era para desmayarse, por no hablar del asco que me da que vendan zapatos usados. La visita se resume en que Claudio y yo adquirimos unas bonitas camisetas en una tienda donde con gusto me hubiese gastado toda mi panoja. Lo malo es que ya había agotado casi todo mi cash y no se podía pagar con tarjeta, así que me tuve que conformar con sólo una. También debo destacar el paroxismo que alcanzó Flat Eric cuando descubrió que por tan sólo dos libras podía comerse toda una tarrina de guarradas panasiáticas. El tío animal se gastó 6 libras. You do the math.
Terminamos la visita a Camden con una excursión a un Mark&Spencer para comprar cositas de comer de las que ya no hay en España desde que cerraron su sucursal. Yo me compré la cookie más rica que he probado en mi vida y una botella de una agua con sabor a una cosa que no tengo ni idea de lo que era, pero que el dibujito me gustaba. Por supuesto, como siempre que compras algo por el dibujito, estaba asquerosa.
De vuelta al centro, decidimos ir a ver algún espectáculo, que al final resultó ser Nightmare before Christmas en 3D, con sus gafitas y todo. Entramos en el cine y sacamos cómodamente en una taquilla electrónica un bono familiar de 4 personas, pero resulta que el bono está hecho para dos papás y dos niños, y la Patata es tan joven y se conserva tan bien que lamentablemente no podría hacerse pasar por progenitora de dos de nosotros.
- No pasa nada. Id a la taquilla y que os los cambien.
[...] ¿Dónde coño está la taquilla? Ah, que los que te cambian las entradas son esos del puesto de helados? Qué arte... [...]
- Hola, mira, que nos hemos confundido y como no somos una familia al uso necesitaríamos que nos cambiaseis los ticktes.
- Ah vale.
[...] (10 minutos después)
- Oye, que es que va a empezar la película.
- Es que se ha bloqueado el ordenador y hemos tenido que reiniciarlo...
- Aaaah, vale...
[...]
- Bueno pues ya está.
- ¿Ya está qué?, ¿Donde coño están las entradas?
- Aaaah, no. Es que lo que he hecho es revocar la orden de pago para que el banco os devuelva el dinero.
- ¿Y entonces ahora que tenemos que hacer?
- Pues vais a la máquina y os sacáis otras 4 entradas.
- Aaah, genial...
Para aquel entonces la máquina le había escupido a Claudio tantos papelitos como para empapelar su casa. Los nuevos tickets nos salían del orden de 14 libras por persona, que teniendo en cuenta que equivalen a 21 euros, pues era un precio francamente económico, sin lugar a dudas. Yo no sé por qué no va la gente al cine en Londres, con estos precios tan populares... “Oye, que no salen las entradas... Joder, dice que se ha atascado la salida del papel... Pues va a ir a la heladería otra vez su puta madre. Hey, ¡que se ha atascado!” “Bueno, no pasa nada, pasad”.
Al final resulta que podíamos habernos sacado entrada de niño lactante por la mitad de precio y nadie se hubiera dado cuenta... En fin, que llegamos a la película 30 segundos antes de que empezara y nos calzamos las gafas (que eran como gafapastas antiguas, pero de plasticucho).
Al comienzo de la película estábamos emocionados con la tridimensionalidad, porque hubo una calabaza que casi nos mastica la nariz, pero debe ser que enseguida se les acabó el presupuesto tridimensionalizante porque al cabo de un ratito el efecto se veía tanto como en los borrones esos del Ojo Mágico (que no sé a vosotros, pero a mí me desesperan, jamás he conseguido ver ninguno). Vamos, que yo al principio me dormí un poco y todo, y si Patata no me pega una codazo diciéndome que estaba empezando a roncar me hubiese dormido toda la peli... La siesta más cara de la historia, eso sí.
A la salida estábamos todos muertos y decidimos que lo más decente que podíamos hacer era irnos a nuestro querido hotel. Previamente hicimos una parada en un buffet de pizza en el que nos comimos unos 7 trozos cada uno. Lógicamente nos daba un poco de vergüenza ir a coger más con el plato lleno de bordes delatores, así que cada vez que uno quería ir al mostrador a repetir, le pasaba todos sus bordes al otro, hasta que empezaron a no caber en un plato. Menos mal que la Patata se había pedido una ensalada que resultó ser del tamaño de una taza de café y por lo tanto se dedicó a consumir nuestros restos y a hacerlos desaparecer.
Ya con el estómago lleno nos fuimos al pequeño oasis del buen gusto que era nuestra habitación. Allí teníamos previsto hacer típica noche de confesiones adolescentes, más que nada para sonsacarle cosas a La Patata, que no suelta prenda habitualmente, porque el resto nos sabemos nuestras vidas de memoria.
En realidad pudimos jugar al juego de la verdad durante bastante poco rato, porque el cansancio empezó a hacer mella de forma descarada. Yo estaba ya prácticamente atontado cuando me espabilé al ver que La Patata había sido poseído por un espíritu vandálico y estaba escribiendo la palabra PUTA en las sábanas de la cama de Claudio, con un rotulador negro, y pintando pollas escondidas entre la jungla de flores del estampado de la pared. A mí no me parecía muy bien toda esta parte, pero la verdad es que me reí, así que soy un poco cómplice de estos actos. Patatale Borroka.
Mañana si Dior quiere finalizaré este relato con la sexta y última entrada de la crónica de este viaje en particular y de mis vacaciones en general. Esto está siendo más largo que un día sin pan.
Besos en las ingles.
A continuación saltamos de local gáyer a local gáyer, pero solo de puerta a puerta, porque no entramos en ninguno, al menos Patata y yo, que decidimos que estábamos un poco hasta la pepitilla y que habían sido demasiadas emociones por aquel día. Preferíamos acabar la noche dignamente en la cama en vez de borrachos/drogados/dormidos en un sling de un bar infecto mientras nos practicaban un fist-fucking. El resto de la comitiva, encabezada por Antonio y un efebo armarizado que se había traído, siguieron de picos pardos hasta bien entrada la noche. Es que ellos son más jóvenes y más vitales...
Por lo visto aquella noche Flat intentó asesinarme de noche, presa de un ataque de ira propiciado por la intensidad ensordecedora de mis ronquidos. Yo es que soy marica, pero ronco como un tiarrón del norte, y los "Tchk, tchk, tchk tchk, tchk" me entran por un oído y me salen por el otro. Claudio en cambio está ya más que acostumbrado a ellos, porque desde hace unos meses su casa se ha convertido en mi residencia de fin de semana (hasta he dejado un cepillo de dientes allí, que cuando lo vio Claudio se quedó con cara de “Ya es oficial. No te saco de aquí ni con agua caliente, ¿no?”). La Patata, previsora, se había armado con unos útiles tapones de oídos y le hubiese dado igual que hubiese estallado la III Guerra Mundial.
A la mañana siguiente nos pusimos en marcha rumbo a Camden Town, para arrasar con moderneces y ropa de segunda mano. Patata lideraba la expedición, como siempre. El problema es que la brújula interna que tiene implantada en el cerebro a veces funciona por si sola y se pone en MODE AUTO ON, y de repente, sin comerlo ni beberlo nos vimos otra vez en la puerta del Topshop, es decir justo en la dirección contraria a la que debíamos ir.... Patata pidió disculpas, compró un par de cosas y, esta vez sí, nos fuimos a Camden.
Para no alargarme demasiado, diré que en general el sitio estaba muy chulo (la otra vez que estuve en Londres no me dio tiempo a ir), pero que la ropa tampoco era para desmayarse, por no hablar del asco que me da que vendan zapatos usados. La visita se resume en que Claudio y yo adquirimos unas bonitas camisetas en una tienda donde con gusto me hubiese gastado toda mi panoja. Lo malo es que ya había agotado casi todo mi cash y no se podía pagar con tarjeta, así que me tuve que conformar con sólo una. También debo destacar el paroxismo que alcanzó Flat Eric cuando descubrió que por tan sólo dos libras podía comerse toda una tarrina de guarradas panasiáticas. El tío animal se gastó 6 libras. You do the math.
Terminamos la visita a Camden con una excursión a un Mark&Spencer para comprar cositas de comer de las que ya no hay en España desde que cerraron su sucursal. Yo me compré la cookie más rica que he probado en mi vida y una botella de una agua con sabor a una cosa que no tengo ni idea de lo que era, pero que el dibujito me gustaba. Por supuesto, como siempre que compras algo por el dibujito, estaba asquerosa.
De vuelta al centro, decidimos ir a ver algún espectáculo, que al final resultó ser Nightmare before Christmas en 3D, con sus gafitas y todo. Entramos en el cine y sacamos cómodamente en una taquilla electrónica un bono familiar de 4 personas, pero resulta que el bono está hecho para dos papás y dos niños, y la Patata es tan joven y se conserva tan bien que lamentablemente no podría hacerse pasar por progenitora de dos de nosotros.
- No pasa nada. Id a la taquilla y que os los cambien.
[...] ¿Dónde coño está la taquilla? Ah, que los que te cambian las entradas son esos del puesto de helados? Qué arte... [...]
- Hola, mira, que nos hemos confundido y como no somos una familia al uso necesitaríamos que nos cambiaseis los ticktes.
- Ah vale.
[...] (10 minutos después)
- Oye, que es que va a empezar la película.
- Es que se ha bloqueado el ordenador y hemos tenido que reiniciarlo...
- Aaaah, vale...
[...]
- Bueno pues ya está.
- ¿Ya está qué?, ¿Donde coño están las entradas?
- Aaaah, no. Es que lo que he hecho es revocar la orden de pago para que el banco os devuelva el dinero.
- ¿Y entonces ahora que tenemos que hacer?
- Pues vais a la máquina y os sacáis otras 4 entradas.
- Aaah, genial...
Para aquel entonces la máquina le había escupido a Claudio tantos papelitos como para empapelar su casa. Los nuevos tickets nos salían del orden de 14 libras por persona, que teniendo en cuenta que equivalen a 21 euros, pues era un precio francamente económico, sin lugar a dudas. Yo no sé por qué no va la gente al cine en Londres, con estos precios tan populares... “Oye, que no salen las entradas... Joder, dice que se ha atascado la salida del papel... Pues va a ir a la heladería otra vez su puta madre. Hey, ¡que se ha atascado!” “Bueno, no pasa nada, pasad”.
Al final resulta que podíamos habernos sacado entrada de niño lactante por la mitad de precio y nadie se hubiera dado cuenta... En fin, que llegamos a la película 30 segundos antes de que empezara y nos calzamos las gafas (que eran como gafapastas antiguas, pero de plasticucho).
Al comienzo de la película estábamos emocionados con la tridimensionalidad, porque hubo una calabaza que casi nos mastica la nariz, pero debe ser que enseguida se les acabó el presupuesto tridimensionalizante porque al cabo de un ratito el efecto se veía tanto como en los borrones esos del Ojo Mágico (que no sé a vosotros, pero a mí me desesperan, jamás he conseguido ver ninguno). Vamos, que yo al principio me dormí un poco y todo, y si Patata no me pega una codazo diciéndome que estaba empezando a roncar me hubiese dormido toda la peli... La siesta más cara de la historia, eso sí.
A la salida estábamos todos muertos y decidimos que lo más decente que podíamos hacer era irnos a nuestro querido hotel. Previamente hicimos una parada en un buffet de pizza en el que nos comimos unos 7 trozos cada uno. Lógicamente nos daba un poco de vergüenza ir a coger más con el plato lleno de bordes delatores, así que cada vez que uno quería ir al mostrador a repetir, le pasaba todos sus bordes al otro, hasta que empezaron a no caber en un plato. Menos mal que la Patata se había pedido una ensalada que resultó ser del tamaño de una taza de café y por lo tanto se dedicó a consumir nuestros restos y a hacerlos desaparecer.
Ya con el estómago lleno nos fuimos al pequeño oasis del buen gusto que era nuestra habitación. Allí teníamos previsto hacer típica noche de confesiones adolescentes, más que nada para sonsacarle cosas a La Patata, que no suelta prenda habitualmente, porque el resto nos sabemos nuestras vidas de memoria.
En realidad pudimos jugar al juego de la verdad durante bastante poco rato, porque el cansancio empezó a hacer mella de forma descarada. Yo estaba ya prácticamente atontado cuando me espabilé al ver que La Patata había sido poseído por un espíritu vandálico y estaba escribiendo la palabra PUTA en las sábanas de la cama de Claudio, con un rotulador negro, y pintando pollas escondidas entre la jungla de flores del estampado de la pared. A mí no me parecía muy bien toda esta parte, pero la verdad es que me reí, así que soy un poco cómplice de estos actos. Patatale Borroka.
Mañana si Dior quiere finalizaré este relato con la sexta y última entrada de la crónica de este viaje en particular y de mis vacaciones en general. Esto está siendo más largo que un día sin pan.
Besos en las ingles.
domingo, enero 14, 2007
Vacaciones. Parte IV. Y Dios creó a Kylie para hacernos felices. Y vió Dios que Kylie era buena.
En cuanto nos bajamos del metro y salimos a la calle pudimos comprobar que, pese a que el porcentaje de maricas en la marea humana que se dirigía al Wembley Arena era sensiblemente menor de lo esperado, no quedaba duda alguna de que se trataba de un concierto de Kylie Minogue: Los puestos de unofficial merchandising destilaban rosa y brillantina. A saber, sombreros rosas de cowgirl con los bordes de pelito, boas de plumas también rosas, orejitas de coneja luminosas, varitas mágicas con mucho glitter... Espeluznante de principio a fin.
La entrada fue bastante cómoda y organizada. Lo único reseñable es que te registraban el bolso o la mochila y te inspeccionaban la cámara de fotos como si fuese un detonador o algo raro, para al final decirte “Pero no vas a hacer fotos, ¿no?”, “No, no, por supuesto que no. La llevo en la mochila porque está rota y luego me paso por la ferretería a que me la arreglen”, “Ah, pues fenomenal entonces, pasa”.
Nuestras localidades estaban completamente laterales, pero cuando nos hubimos sentado decidimos que era el puto mejor sitio de todo el recinto, porque la teníamos muy cerquita y además podíamos ver el backstage, a Kylie cambiándose el plumerío y a sus bailarines acariciándose el paquete y pellizcándose los pezones unos a otros entre canción y canción... Bueno esto último no lo veíamos pero seguro que pasaba.
Mirando a nuestro alrededor observamos que con toda probabilidad íbamos a ser los más animados de nuestro sector, porque menuda fauna, queridos amigos. Destacaba una niña gorda como una pularda, con la capacidad expresiva de Andy de Little Britain, que no movió una ceja en lo que duró el concierto. Yo no sé, pero estas cosas se me escapan. A lo mejor le habían robado la emoción con un hechizo, o iba por obligación bajo amenaza de que le cortaran las tetas a su madre, o quizás estaba sedada, o muerta...
El concierto empezó una hora tarde, y para entretenernos nos pusieron en bucle el anuncio de la película "Dreamgirls" sobre The Supremes protagonizada por Beyoncé. La gente era fan, pero a la decimooctava vez que lo pusieron empezamos a pensar que quizás nos estaban tomando el pelo... Yo de hecho me quedé dormido 10 minutillos y todo, porque entre el cansancio, la calefacción a pleno rendimiento (del mismo fabricante que la del autobús de Bournemouth, sospecho), y que no podía hablar mucho porque una pequeña infección en la sutura de una de las muelas del juicio había convertido mi aliento en una pequeña franquicia de las cloacas de Calcuta, pues me entró una modorrilla que me tuve que abandonar al los brazos de Morfeo. Hasta que...
TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA, TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA
TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA, TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA
TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA, TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA
BETTER THE DEVIL YOU KNOW, BETTER THE DEVIL YOU KNOW
UooooooooooooOOOOOOoooooOOOOOoooooOOOoooooooooooooooooooooooooh!
Y empezó la catarsis… Literalmente enloquecimos. El público sin sangre en las venas tuvo la decencia de no dejarnos solos bailando de pie y también se levantó. “Better the devil you know" es una de mis canciones favoritas de la enana australiana y no se me ocurre mejor forma de empezar un concierto. Iba vestida como Norma Duval, pero en plan bien, con sus penachos rosas y sus cosas, pero elegante. El vestido era de tres grand classe, con mucha pedrería. De hecho, tanta pedrería llevaba que calculo que pesaría como mínimo como ella misma. Al comienzo se quedó parada mirándonos con cara de hada traviesilla y sonriendo con la piñata perfecta y la piel tersa tersa, aunque la Patata diga que ya se le ve que no es ninguna muchacha.
A continuación se marcó “In your eyes” que es otra de mis favoritas y ya empecé a mojar los pantalones. La verdad es que yo estaba un poco a lo mío y no reparaba en el resto de mis amigos, pero de un par de miradillas de reojo que eché, Claudio estaba bailando como un niño pequeño cuando ve a los payasos de la tele.
Lo cierto es que no me sé el título de todas las canciones, así que tampoco pretendo comentar cada puñetera parada del setlist, así que me limitaré a explayarme en los hechos que considere relevantes o peculiares.
Cuando cantó “White Diamonds”, la nueva canción inédita, la gente volvió a jadear de placer, aunque a mí en los conciertos me gusta oír canciones que ya me sé de memoria, y las sorpresas me gustan regular (aunque en realidad técnicamente no fuese una sorpresa porque Claudio me había grabado todos los temas del concierto, ordenados, en sendos CD’s que me había empollado de memoria).
Luego se metió al backstage y salió disfrazada de gallina caponata dorada. Canto "Shocked" y no me acuerdo que más... De repente me estoy dando cuenta de que me apetece tanto hacer un repaso de todo el concierto como una patada en los cojones. Así que el que quiera una crónica al detalle que se lea la de jenesaispop por Piscu o el blog de Tony Tornado.
Resumiendo. El Marco da Silva ese de los tatuajes está como para ponerle un piso, y las coreografías homoeróticas de ¿Bonachela? en la parte del gimnasio provocaron erecciones a la mitad del respetable. Gran momento también cuando sacó del público a tres niñas a hacer el paripé. Gracias a eso, en el colegio de dichas niñas no se hablará de otra cosa en los próximos tres meses. Tampoco en el trabajo de las madres.
Nos hizo especial ilusión cuando enfocaron al público asistente en las macropantallas que flaquean el escenario y pudimos ver que estaba entre nosotros el fantástico David Walliams, el componente delgado de la sin par Little Britain, agitando los brazos como un enfervorizado fan más... Se dice, se comenta, se rumorea que también estaba Catherine Tate, pero a esa yo no la ví. Es puro acto de fe.
Quiero destacar también el bonito gesto que tuvo una agente de seguridad de no dejarme cruzar una puerta de cristal para poder fumarme un cigarro en el exterior del recinto. Es normal que si salgo no pueda volver a entrar, porque como no iba a estar fumando a escasos 30 centímetros de su cara, era muy posible que en un descuido suyo me llenase los bolsillos de explosivos para matar a todos los asistentes...
La entrada fue bastante cómoda y organizada. Lo único reseñable es que te registraban el bolso o la mochila y te inspeccionaban la cámara de fotos como si fuese un detonador o algo raro, para al final decirte “Pero no vas a hacer fotos, ¿no?”, “No, no, por supuesto que no. La llevo en la mochila porque está rota y luego me paso por la ferretería a que me la arreglen”, “Ah, pues fenomenal entonces, pasa”.
Nuestras localidades estaban completamente laterales, pero cuando nos hubimos sentado decidimos que era el puto mejor sitio de todo el recinto, porque la teníamos muy cerquita y además podíamos ver el backstage, a Kylie cambiándose el plumerío y a sus bailarines acariciándose el paquete y pellizcándose los pezones unos a otros entre canción y canción... Bueno esto último no lo veíamos pero seguro que pasaba.
Mirando a nuestro alrededor observamos que con toda probabilidad íbamos a ser los más animados de nuestro sector, porque menuda fauna, queridos amigos. Destacaba una niña gorda como una pularda, con la capacidad expresiva de Andy de Little Britain, que no movió una ceja en lo que duró el concierto. Yo no sé, pero estas cosas se me escapan. A lo mejor le habían robado la emoción con un hechizo, o iba por obligación bajo amenaza de que le cortaran las tetas a su madre, o quizás estaba sedada, o muerta...
El concierto empezó una hora tarde, y para entretenernos nos pusieron en bucle el anuncio de la película "Dreamgirls" sobre The Supremes protagonizada por Beyoncé. La gente era fan, pero a la decimooctava vez que lo pusieron empezamos a pensar que quizás nos estaban tomando el pelo... Yo de hecho me quedé dormido 10 minutillos y todo, porque entre el cansancio, la calefacción a pleno rendimiento (del mismo fabricante que la del autobús de Bournemouth, sospecho), y que no podía hablar mucho porque una pequeña infección en la sutura de una de las muelas del juicio había convertido mi aliento en una pequeña franquicia de las cloacas de Calcuta, pues me entró una modorrilla que me tuve que abandonar al los brazos de Morfeo. Hasta que...
TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA, TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA
TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA, TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA
TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA, TA NA NA NA NA NA NA NA NAAAA
BETTER THE DEVIL YOU KNOW, BETTER THE DEVIL YOU KNOW
UooooooooooooOOOOOOoooooOOOOOoooooOOOoooooooooooooooooooooooooh!
Y empezó la catarsis… Literalmente enloquecimos. El público sin sangre en las venas tuvo la decencia de no dejarnos solos bailando de pie y también se levantó. “Better the devil you know" es una de mis canciones favoritas de la enana australiana y no se me ocurre mejor forma de empezar un concierto. Iba vestida como Norma Duval, pero en plan bien, con sus penachos rosas y sus cosas, pero elegante. El vestido era de tres grand classe, con mucha pedrería. De hecho, tanta pedrería llevaba que calculo que pesaría como mínimo como ella misma. Al comienzo se quedó parada mirándonos con cara de hada traviesilla y sonriendo con la piñata perfecta y la piel tersa tersa, aunque la Patata diga que ya se le ve que no es ninguna muchacha.
A continuación se marcó “In your eyes” que es otra de mis favoritas y ya empecé a mojar los pantalones. La verdad es que yo estaba un poco a lo mío y no reparaba en el resto de mis amigos, pero de un par de miradillas de reojo que eché, Claudio estaba bailando como un niño pequeño cuando ve a los payasos de la tele.
Lo cierto es que no me sé el título de todas las canciones, así que tampoco pretendo comentar cada puñetera parada del setlist, así que me limitaré a explayarme en los hechos que considere relevantes o peculiares.
Cuando cantó “White Diamonds”, la nueva canción inédita, la gente volvió a jadear de placer, aunque a mí en los conciertos me gusta oír canciones que ya me sé de memoria, y las sorpresas me gustan regular (aunque en realidad técnicamente no fuese una sorpresa porque Claudio me había grabado todos los temas del concierto, ordenados, en sendos CD’s que me había empollado de memoria).
Luego se metió al backstage y salió disfrazada de gallina caponata dorada. Canto "Shocked" y no me acuerdo que más... De repente me estoy dando cuenta de que me apetece tanto hacer un repaso de todo el concierto como una patada en los cojones. Así que el que quiera una crónica al detalle que se lea la de jenesaispop por Piscu o el blog de Tony Tornado.
Resumiendo. El Marco da Silva ese de los tatuajes está como para ponerle un piso, y las coreografías homoeróticas de ¿Bonachela? en la parte del gimnasio provocaron erecciones a la mitad del respetable. Gran momento también cuando sacó del público a tres niñas a hacer el paripé. Gracias a eso, en el colegio de dichas niñas no se hablará de otra cosa en los próximos tres meses. Tampoco en el trabajo de las madres.
Nos hizo especial ilusión cuando enfocaron al público asistente en las macropantallas que flaquean el escenario y pudimos ver que estaba entre nosotros el fantástico David Walliams, el componente delgado de la sin par Little Britain, agitando los brazos como un enfervorizado fan más... Se dice, se comenta, se rumorea que también estaba Catherine Tate, pero a esa yo no la ví. Es puro acto de fe.
Quiero destacar también el bonito gesto que tuvo una agente de seguridad de no dejarme cruzar una puerta de cristal para poder fumarme un cigarro en el exterior del recinto. Es normal que si salgo no pueda volver a entrar, porque como no iba a estar fumando a escasos 30 centímetros de su cara, era muy posible que en un descuido suyo me llenase los bolsillos de explosivos para matar a todos los asistentes...
Otro momento importante es aquél en el que vimos a una pandillas de mamarrachas saltando unos chorros de agua decorativos que había a la entrada del Wembley Arena, como si se tratara de las hogueras de San Juan. Muy bien chicos, que como no estamos a 2ºC, nueve de cada diez médicos recomiendan permanecer en la calle bien mojadito el mayor tiempo posible, para evitar posibles catarros y pulmonías.
Y así acabó el evento que tanto tiempo llevábamos esperando. Sin más.
Vaya mierda de entrada me ha quedao. Vaya tela. Mañana sigo. Besos en las ingles.
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