Se ha acabado la jornada intensiva de verano y es la hora de comer. Antes de que nos mudaran la oficina para emplazarla allá donde Cristo dio las tres voces hubiese comido en treinta segundos para invertir el resto de la hora y media que por cojones tengo que coger en tirarme en el parque de al lado a echarme una siesta de dimensiones épicas. Lamentablemente, en este rincón olvidado del mundo quedaría fatal si me tumbase a dormir en un banco a la entrada de la oficina, a menos que lo hiciese disfrazado de banco para mimetizarme. Como no quiero ser conocido en la oficina como La Marmota Narcoléptica, que bastante tengo ya con ser tildado de crápula, he decido que qué mejor actividad para rellenar este limbo temporal diario que la de volver con fuerza al mundoblog y actualizar a diario. Además, como mi vida es taaaan interesante como ya sabéis muchos, en realidad el hecho de que yo actualice es también muy interesante para vuestras vidas, de otro modo irremediablemente vacías. Dicho esto comienzo.
El tema que hoy vamos a tratar es la forma en que atraigo a los vagabundos como la miel a las abejas.
El calor que nos envuelve últimamente empieza a ser ya un poquito insoportable. Por esta razón, esperar al autobús en una marquesina en toda la solanera es todo un acto de férrea voluntad y valiente decisión. Armado de dichas cualidades me dispuse a esperar al 202 (que es un autobús al que no hay que esperar casi y que si se te ocurre espeter al autobusero que vaya mierda de servicio es posible que te responda con un lapo y dos hostias) bajo un sol de justicia a las 4 de la tarde para asistir a una cita para resolver unas gestiones importantes.
Debo recalcar el hecho de que me hallaba yo sin gafas de sol porque se me cayó hace poco el tornillo de una patilla y como siempre, por no desplazarme a una óptica a que me lo vuelvan a poner (incluso lo guardo) prefiero andar por la vida abrasándome las retinas (Aplíquese el mismo modus operandi para cuando se me rompra la correa de un reloj). Aproximadamente a los 30 segundos de llegar a la parada noté como me empezaban a salir ampollas en cada centímetro de piel no cubierto por mis modernas vestiduras, así que decidí retirarme unos metros para ponerme a la sombra de un toldo. Desafortunadamente, la esquina toldada no se encontraba deshabitada.
Moraba en ella un clásico yonqui perroflauta que parece ser sustituto del que se inclinaba hacia adelante cada vez más para mendigar y justo cuando parecía que se iba a caer de morros contra el pavimento, se volvía a enderezar y vuelta al principio. Pues bien, el brand new junkie, que previamente estaba concentradado en tocar las únicas dos notas que conseguía arrancarle a su flautita (para imaginar el sonido repítase tirorirorirorirorí en bucle hasta el infinito), y al que todos los transeúntes que pasaban a su lado le habían traído al pairo, se percató de mi presencia, y tras mirarme unos segundos empezó a pegar alaridos:
(Nota del autor: Lo que sigue es una traducción aproximada de lo que el sujeto empezó a vociferar. Digo aproximada porque de algún modo consiguió encriptarlo con un código ultrasecreto de gruñidos, aullidos y blasfemias, así que ya digo que he tenido que hacer una interpretación libre).
"Me cago en tu putakjhftguy madre, cabrónghdw, que no te necesito ni a tí ni a naDIEEEEEEEEE... Pues que no venga, coño. No megfdslñgfñlkhjh sale de los cojones decírselo, hostias.... iueytyeortyeroiutyertyyyyyyyyyy me como el mundo si me sale de los cojonesiurhfdfh. Que no lo digo, JODEEEERRRRRRRRRR, te vas tú solo....."
Evidentemente el hombre estaba discutiendo con algún otro inquilino de su cabeza aparte de él mismo, pero como lo soltó mirándome a mí y a 3500 decibelios pues me asusté un poquita, pegué un respingo bastante majo y casi me cago del miedo. Yo no entendía nada, porque normalmente suelo tener un aura muy agradable para los vagabundos y soy el típico al que se acercan y siempre les doy cigarros. Soy como una tómbola de tabaco, pero siempre toco. Tengo que dejar de fumar... Pero bueno a este por lo visto no le caí en gracia. Menos mal que el autobús milagrosamente llegó al instante y pude escapar de allí antes de que me pegara todas sus enfermedades venéreas y sus infecciones varias a través de los esputos que me bañaban la cara.
Cuando llegué al centro, y tras un cine sin cena, me dispuse a tomar una agradable cerveza de cebada en la plaza Vázquez de Mella con la fresca, y acompañado del caballero con el que pasaba la tarde. Todo iba bien y estábamos pasando un gran rato observando como los perrillos se olisqueaban los anos y vaginas entre ellos mientras jugaban hasta que llegó otro vagabundo, un clásico y decidió descansar sus posaderas en el mismo banco que ocupábamos nosotros. Yo pensé que por mí fastuoso, que se sentara allí si quería, que no me molestaba, por supuesto si mantenía su boca cerrada o al menos limitaba su conversación a susurros con los duendecillos en su cabeza, no conmigo. Y lo cierto es que así lo hizo, lo que pasa que de repente nos vimos envueltos en un hedor difícil de explicar. Era como esencia del infierno: sudor, mugre, ajo, sarro fermentado... Todos los ingredientes pestilentes del mundo se concentraban en aquel señor, y no pudimos soportarlo.
Nos disponíamos a cambiarnos de banco cuando otro individuo (este yo creo que no era indigente, pero un poquito politoxicómano sí que debía ser) nos cerró el paso y nos dijo que sí alguno teníamos un móvil Siemens (pensamientos entre paréntesis):
Ann: No (¿para qué?, ¿para que me lo robes?).
Semiindigente: Eeeehhh tío, que no es para vendértelo, que te lo regalo – dijo mientras me enseñaba un cargador Siemens.
Ann: Aaaaah vale (Ni siquiera había visto el cargador. Pensaba que me querías robar mi móvil y mi panoja). Es que creía que me lo querías vender. Pues no, es que mi móvil es de otra marca y no me vale.
Semiindigente: Nooo, noooo tío. Es que me lo he encontrado tirado en un banco y he pensado que en vez de tirarlo a la basura sería mejor que alguien lo aprovechase.
Ann: (Sí claro, porque las opciones son regalárselo a un desconocido o tirarlo a un papelera o desintegrarlo con titadine. Dejarlo en el banco por si el dueño quiero volver a por él es una idea demasiado rocambolesca. No se contempla, ¿no?). Aaaaah vale tío, que detalle... Pues no, no, muchas gracias, pero es que ya te digo que tengo un Motorola... Pero gracias, eh!
Esta emboscada que nos mantuvo atrapados entre el horripilante hedor del borrachuzo A y las gangas del sujeto B ya acabó de crisparme los nervios y decidí poner fin al día...
Y esto es todo por hoy, amiguitos. Ahora, y dado que mi contador de visitas tiene telarañas y que si decido volver a escribir es para que me lea alguien, voy a dejar unas cuantas keywords para ayudar a los navegantes a encontrarme: caca, culo, pedo, pis, polla, coño, puta, poyeya y madonna.
Hasta mañana. Besos en las ingles.
El tema que hoy vamos a tratar es la forma en que atraigo a los vagabundos como la miel a las abejas.
El calor que nos envuelve últimamente empieza a ser ya un poquito insoportable. Por esta razón, esperar al autobús en una marquesina en toda la solanera es todo un acto de férrea voluntad y valiente decisión. Armado de dichas cualidades me dispuse a esperar al 202 (que es un autobús al que no hay que esperar casi y que si se te ocurre espeter al autobusero que vaya mierda de servicio es posible que te responda con un lapo y dos hostias) bajo un sol de justicia a las 4 de la tarde para asistir a una cita para resolver unas gestiones importantes.
Debo recalcar el hecho de que me hallaba yo sin gafas de sol porque se me cayó hace poco el tornillo de una patilla y como siempre, por no desplazarme a una óptica a que me lo vuelvan a poner (incluso lo guardo) prefiero andar por la vida abrasándome las retinas (Aplíquese el mismo modus operandi para cuando se me rompra la correa de un reloj). Aproximadamente a los 30 segundos de llegar a la parada noté como me empezaban a salir ampollas en cada centímetro de piel no cubierto por mis modernas vestiduras, así que decidí retirarme unos metros para ponerme a la sombra de un toldo. Desafortunadamente, la esquina toldada no se encontraba deshabitada.
Moraba en ella un clásico yonqui perroflauta que parece ser sustituto del que se inclinaba hacia adelante cada vez más para mendigar y justo cuando parecía que se iba a caer de morros contra el pavimento, se volvía a enderezar y vuelta al principio. Pues bien, el brand new junkie, que previamente estaba concentradado en tocar las únicas dos notas que conseguía arrancarle a su flautita (para imaginar el sonido repítase tirorirorirorirorí en bucle hasta el infinito), y al que todos los transeúntes que pasaban a su lado le habían traído al pairo, se percató de mi presencia, y tras mirarme unos segundos empezó a pegar alaridos:
(Nota del autor: Lo que sigue es una traducción aproximada de lo que el sujeto empezó a vociferar. Digo aproximada porque de algún modo consiguió encriptarlo con un código ultrasecreto de gruñidos, aullidos y blasfemias, así que ya digo que he tenido que hacer una interpretación libre).
"Me cago en tu putakjhftguy madre, cabrónghdw, que no te necesito ni a tí ni a naDIEEEEEEEEE... Pues que no venga, coño. No megfdslñgfñlkhjh sale de los cojones decírselo, hostias.... iueytyeortyeroiutyertyyyyyyyyyy me como el mundo si me sale de los cojonesiurhfdfh. Que no lo digo, JODEEEERRRRRRRRRR, te vas tú solo....."
Evidentemente el hombre estaba discutiendo con algún otro inquilino de su cabeza aparte de él mismo, pero como lo soltó mirándome a mí y a 3500 decibelios pues me asusté un poquita, pegué un respingo bastante majo y casi me cago del miedo. Yo no entendía nada, porque normalmente suelo tener un aura muy agradable para los vagabundos y soy el típico al que se acercan y siempre les doy cigarros. Soy como una tómbola de tabaco, pero siempre toco. Tengo que dejar de fumar... Pero bueno a este por lo visto no le caí en gracia. Menos mal que el autobús milagrosamente llegó al instante y pude escapar de allí antes de que me pegara todas sus enfermedades venéreas y sus infecciones varias a través de los esputos que me bañaban la cara.
Cuando llegué al centro, y tras un cine sin cena, me dispuse a tomar una agradable cerveza de cebada en la plaza Vázquez de Mella con la fresca, y acompañado del caballero con el que pasaba la tarde. Todo iba bien y estábamos pasando un gran rato observando como los perrillos se olisqueaban los anos y vaginas entre ellos mientras jugaban hasta que llegó otro vagabundo, un clásico y decidió descansar sus posaderas en el mismo banco que ocupábamos nosotros. Yo pensé que por mí fastuoso, que se sentara allí si quería, que no me molestaba, por supuesto si mantenía su boca cerrada o al menos limitaba su conversación a susurros con los duendecillos en su cabeza, no conmigo. Y lo cierto es que así lo hizo, lo que pasa que de repente nos vimos envueltos en un hedor difícil de explicar. Era como esencia del infierno: sudor, mugre, ajo, sarro fermentado... Todos los ingredientes pestilentes del mundo se concentraban en aquel señor, y no pudimos soportarlo.
Nos disponíamos a cambiarnos de banco cuando otro individuo (este yo creo que no era indigente, pero un poquito politoxicómano sí que debía ser) nos cerró el paso y nos dijo que sí alguno teníamos un móvil Siemens (pensamientos entre paréntesis):
Ann: No (¿para qué?, ¿para que me lo robes?).
Semiindigente: Eeeehhh tío, que no es para vendértelo, que te lo regalo – dijo mientras me enseñaba un cargador Siemens.
Ann: Aaaaah vale (Ni siquiera había visto el cargador. Pensaba que me querías robar mi móvil y mi panoja). Es que creía que me lo querías vender. Pues no, es que mi móvil es de otra marca y no me vale.
Semiindigente: Nooo, noooo tío. Es que me lo he encontrado tirado en un banco y he pensado que en vez de tirarlo a la basura sería mejor que alguien lo aprovechase.
Ann: (Sí claro, porque las opciones son regalárselo a un desconocido o tirarlo a un papelera o desintegrarlo con titadine. Dejarlo en el banco por si el dueño quiero volver a por él es una idea demasiado rocambolesca. No se contempla, ¿no?). Aaaaah vale tío, que detalle... Pues no, no, muchas gracias, pero es que ya te digo que tengo un Motorola... Pero gracias, eh!
Esta emboscada que nos mantuvo atrapados entre el horripilante hedor del borrachuzo A y las gangas del sujeto B ya acabó de crisparme los nervios y decidí poner fin al día...
Y esto es todo por hoy, amiguitos. Ahora, y dado que mi contador de visitas tiene telarañas y que si decido volver a escribir es para que me lea alguien, voy a dejar unas cuantas keywords para ayudar a los navegantes a encontrarme: caca, culo, pedo, pis, polla, coño, puta, poyeya y madonna.
Hasta mañana. Besos en las ingles.
6 comentarios:
Dior, es como lo mío con las travestis pero en junkie! Siempre ha habido clases... ;)
brand new junkie o esencia del infierno
dos conceptos en sí mismos. le leeremos a diario.
Qué arte maricón, qué arte!!! Yo siempre me acuerdo de aquel día que quedamos ¿por qué? en Vázquez de Mella, que estábamos todos y empezamos a hablar de verdaderas barbaridades y confesiones hasta que se nos empezaron a acercar perroflautas y jomeless. El día de las Shandy en el chino y la hamburguesa. Tacuerdas?
Qué risión con las keywords, por cier.
He puesto culo en google y he llegao hasta ti!! ...Que no boba! jejeje
Buena actualización si señor, en serio piensas retomar esto todos los dias? ya lo veremos ya.
Patata: Es que yo he aprendido mucho de tí...
Dr. Malcolm: Yo es que soy un continuo torrente de palabras e ideas nuevas e innovadoras.
Farala: Claro que me acuerdo, mujerrrr. Si es que tenemos un imán para los más desfavorecidos... Se creen que nuestro éxito se transmite por ósmosis...
Robel: Pues mira, ya he actualizado otra vez, para que veas :P
XD geniales las keywords, así sin tapujos jajaja Qué bien que hayas vuelto!!
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