Hay algo peor que las cenas familiares, en las que normalmente hay que estar apagando fuegos en los distintos sectores de la mesa para que no terminemos arrancándonos los ojos con una cuchara los unos a los otros. Ese algo son las cenas con matrimonios amigos de mis padres. En este caso fue una comida, pero el desarrollo es el mismo.
Para empezar, si la comida es en casa, como ocurrió ayer, las 24 horas previas son terriblemente estresantes. Mi madre directamente se vuelve loca. Todo tiene que ser perfecto y estar listo muchísimo antes de la hora límite de llegada de los invitados. El móvil no para de sonar: "¿Has comprado la salsa de yogur?, ¿Cuando vienes a casa? Te he metido el salmón en el congelador para que se ponga durito y sea más fácil cortarlo en lonchas, pero ven ya que si no se congela del todo y ya no se puede cortar..." Que sí mamá, que ahora iré, pero que la comida es mañana y no hace falta que el salmón esté cortado 24 horas antes, y que me dejes de dar la paliza de una vez, si puede ser, vamos.
Ayer mi madre me levantó a golpe de berrido a las 10 de la mañana porque el salmón no estaba cortado aún. Menos mal que me había acostado pronto la noche anterior y había dormido suficiente, porque si no directamente, de la que me levanto la coso a navajazos. Con la mala leche que caracteriza mi despertar normalmente, ni te cuento si me despiertan a gritos. Total, que me levanté, intenté poner buena cara (no me salió) y me sometí enteramente a sus órdenes e histerias varias, para que a la mujer no le diese un cólico nefrítico de los nervios. Con decir que la mesa estaba puesta a las 12 de la mañana lo digo todo.
Todo preparado. Suena el timbre. Ya están aquí. Lo peor está por llegar.
Que no se me malinterprete. Los amigos de mi madre eran encantadores. Vamos, lo siguen siendo, lo que me irrita profundamente es el hecho de que se reunan y hablen de sus cosas. Supongo que será la diferencia generacional (me sacan 40 añitos), pero todo lo que hacen me saca de quicio.
En cuanto aparecen en casa me convierto automáticamente en el mayordomo, en parte porque a mi madre le gusta fardar de hijo amaestrado con sus amistades, diciendo cosas del tipo "Ay, pero si eso no es problema, baja el niño en un momento y te compra unas tónicas", y en parte porque yo prefiero adoptar ese papel, con la consiguiente oportunidad de esconderme en la cocina durante largos periodos de tiempo, y así evitar tener que estar en el salón escuchando sandeces.
Mi padre se pone a enseñar su colección de bastones y todos los objetos de valor que haya en la casa, pero con un aire muy despreocupado, como diciendo "No quiero presumir de este objeto, que ha costado 1000 millones de euros. Además, seguro que vosotros también teneis uno, ¿no?", y a mi me da verguenza ajena, porque observo que comienza el show de siempre.
Empiezo a sacar cervezas y tapitas para el aperitivo. Los invitados insisten en que no hace falta, que están bien como están, pero todos sabemos que si no sacas tapas eres un cutre y un ruín y en cuanto se vayan te van a criticar. Hablan de gilipolleces un ratito y se sientan a la mesa. Es entonces cuando da comienzo el show snob relativo a los vinos. Mi padre saca unas botellas de no se qué denominación de origen, que para más inri están etiquetadas con una dedicatoria especialmente hecha para él de no se qué director de banco. Todos hacen que les encanta y ponen en común sus conocimientos baratos de vino, probablemente aprendidos de un panfleto. Comentan que si el vino de Toro siempre es áspero y que tal añada ha producido unos caldos estupendos. Unos corrigen a los otros, en un afán de quedar por encima en semejante estupidez y a mí se me empiezan a revolver las tripas. Decido hacer de mayordomo y traerme la ensalada de salmón como excusa para poder levantarme de la mesa.
A partir de entonces empiezan a salir todos los tópicos y temas reiterativos que se repiten en TODAS las comidas de esta gente. Indefectiblemente se pone a parir la nouvelle cuisine con sus grandes platos y su comida breve. Todos acuerdan que donde esté un guisote o un huevo frito con patatas y chorizo que se quite lo demás. Por favor, que todos sabemos esto, no hace falta que nos lo repitamos todos los días. Que si esta mezcla de sabores dulces y salados es culpa de Arguiñano, que desde que entró en nuestras vidas en casa se come mucho peor... Quién sabe si realmente lo piensan, pero el darse la razón los unos a los otros forma parte de la pantomima. A lo mejor se odian en realidad...
Las voces van subiendo de volumen cada vez más, porque cuando uno habla (sobre todo mi padre) todos los demás se tienen que callar y escuchar atentamente qué nueva perla va a salir de su boca. A este efecto se recurre a la técnica de empezar a hablar, y si no recibes la atención suficiente, empezar la frase desde el principio 10 decibelios por encima, hasta que todo el foco esté sobre tí. Entonces sueltas el chascarrillo machista, u homófobo, o xenófobo, o fascista o anticatalanista de siempre, y todos asienten y te ríen la gracia, jo jo jo. Otra opción es volverse a contar unos a otros las mismas anécdotas que se cuentan siempre. En este punto a veces se dirigen a mí, como para que yo me entere, sin darse cuenta que esa historieta la he oído hasta la saciedad y me la sé de memoria. Me levanto, retiro los platos sucios y me fumo un cigarro en la cocina antes de sacar el segundo plato. Supongo que aprovechan esta ausencia mía para hablar de lo mal que llevo mi vida, que no he acabado la carrera todavía y que no saben qué hacer conmigo.
Me como la lasaña apresuradamente para poder empezar a recoger la cocina y evitar tener que estar sentado en la mesa. Nunca antes descargar y volver a cargar el lavavajillas fue tan gratificante. Sirvo los cafés, los recojo y salgo disparado por la puerta diciendo adiós con una sonrisa de oreja a oreja, para que todos vean lo simpático que soy. Tiemblo al pensar que se acerca la Navidad, y que estos escenarios se van a repetir día sí y día también... Qué horror. En realidad, lo que más me hace temblar es pensar que yo a su edad probablemente haga lo mismo, o incluso la posibilidad de que lo esté haciendo ya en versión soy joven, moderno y repelente. Cruzo los dedos para que no sea así.
Iba a contar la noche de ayer, pero como me ha quedado un post muy largo ya me lo guardo para mañana, que si lo pongo todo junto os lo leéis por encima y no valoráis mi esfuerzo. Mañana más.
Besos en las ingles.
Para empezar, si la comida es en casa, como ocurrió ayer, las 24 horas previas son terriblemente estresantes. Mi madre directamente se vuelve loca. Todo tiene que ser perfecto y estar listo muchísimo antes de la hora límite de llegada de los invitados. El móvil no para de sonar: "¿Has comprado la salsa de yogur?, ¿Cuando vienes a casa? Te he metido el salmón en el congelador para que se ponga durito y sea más fácil cortarlo en lonchas, pero ven ya que si no se congela del todo y ya no se puede cortar..." Que sí mamá, que ahora iré, pero que la comida es mañana y no hace falta que el salmón esté cortado 24 horas antes, y que me dejes de dar la paliza de una vez, si puede ser, vamos.
Ayer mi madre me levantó a golpe de berrido a las 10 de la mañana porque el salmón no estaba cortado aún. Menos mal que me había acostado pronto la noche anterior y había dormido suficiente, porque si no directamente, de la que me levanto la coso a navajazos. Con la mala leche que caracteriza mi despertar normalmente, ni te cuento si me despiertan a gritos. Total, que me levanté, intenté poner buena cara (no me salió) y me sometí enteramente a sus órdenes e histerias varias, para que a la mujer no le diese un cólico nefrítico de los nervios. Con decir que la mesa estaba puesta a las 12 de la mañana lo digo todo.
Todo preparado. Suena el timbre. Ya están aquí. Lo peor está por llegar.
Que no se me malinterprete. Los amigos de mi madre eran encantadores. Vamos, lo siguen siendo, lo que me irrita profundamente es el hecho de que se reunan y hablen de sus cosas. Supongo que será la diferencia generacional (me sacan 40 añitos), pero todo lo que hacen me saca de quicio.
En cuanto aparecen en casa me convierto automáticamente en el mayordomo, en parte porque a mi madre le gusta fardar de hijo amaestrado con sus amistades, diciendo cosas del tipo "Ay, pero si eso no es problema, baja el niño en un momento y te compra unas tónicas", y en parte porque yo prefiero adoptar ese papel, con la consiguiente oportunidad de esconderme en la cocina durante largos periodos de tiempo, y así evitar tener que estar en el salón escuchando sandeces.
Mi padre se pone a enseñar su colección de bastones y todos los objetos de valor que haya en la casa, pero con un aire muy despreocupado, como diciendo "No quiero presumir de este objeto, que ha costado 1000 millones de euros. Además, seguro que vosotros también teneis uno, ¿no?", y a mi me da verguenza ajena, porque observo que comienza el show de siempre.
Empiezo a sacar cervezas y tapitas para el aperitivo. Los invitados insisten en que no hace falta, que están bien como están, pero todos sabemos que si no sacas tapas eres un cutre y un ruín y en cuanto se vayan te van a criticar. Hablan de gilipolleces un ratito y se sientan a la mesa. Es entonces cuando da comienzo el show snob relativo a los vinos. Mi padre saca unas botellas de no se qué denominación de origen, que para más inri están etiquetadas con una dedicatoria especialmente hecha para él de no se qué director de banco. Todos hacen que les encanta y ponen en común sus conocimientos baratos de vino, probablemente aprendidos de un panfleto. Comentan que si el vino de Toro siempre es áspero y que tal añada ha producido unos caldos estupendos. Unos corrigen a los otros, en un afán de quedar por encima en semejante estupidez y a mí se me empiezan a revolver las tripas. Decido hacer de mayordomo y traerme la ensalada de salmón como excusa para poder levantarme de la mesa.
A partir de entonces empiezan a salir todos los tópicos y temas reiterativos que se repiten en TODAS las comidas de esta gente. Indefectiblemente se pone a parir la nouvelle cuisine con sus grandes platos y su comida breve. Todos acuerdan que donde esté un guisote o un huevo frito con patatas y chorizo que se quite lo demás. Por favor, que todos sabemos esto, no hace falta que nos lo repitamos todos los días. Que si esta mezcla de sabores dulces y salados es culpa de Arguiñano, que desde que entró en nuestras vidas en casa se come mucho peor... Quién sabe si realmente lo piensan, pero el darse la razón los unos a los otros forma parte de la pantomima. A lo mejor se odian en realidad...
Las voces van subiendo de volumen cada vez más, porque cuando uno habla (sobre todo mi padre) todos los demás se tienen que callar y escuchar atentamente qué nueva perla va a salir de su boca. A este efecto se recurre a la técnica de empezar a hablar, y si no recibes la atención suficiente, empezar la frase desde el principio 10 decibelios por encima, hasta que todo el foco esté sobre tí. Entonces sueltas el chascarrillo machista, u homófobo, o xenófobo, o fascista o anticatalanista de siempre, y todos asienten y te ríen la gracia, jo jo jo. Otra opción es volverse a contar unos a otros las mismas anécdotas que se cuentan siempre. En este punto a veces se dirigen a mí, como para que yo me entere, sin darse cuenta que esa historieta la he oído hasta la saciedad y me la sé de memoria. Me levanto, retiro los platos sucios y me fumo un cigarro en la cocina antes de sacar el segundo plato. Supongo que aprovechan esta ausencia mía para hablar de lo mal que llevo mi vida, que no he acabado la carrera todavía y que no saben qué hacer conmigo.
Me como la lasaña apresuradamente para poder empezar a recoger la cocina y evitar tener que estar sentado en la mesa. Nunca antes descargar y volver a cargar el lavavajillas fue tan gratificante. Sirvo los cafés, los recojo y salgo disparado por la puerta diciendo adiós con una sonrisa de oreja a oreja, para que todos vean lo simpático que soy. Tiemblo al pensar que se acerca la Navidad, y que estos escenarios se van a repetir día sí y día también... Qué horror. En realidad, lo que más me hace temblar es pensar que yo a su edad probablemente haga lo mismo, o incluso la posibilidad de que lo esté haciendo ya en versión soy joven, moderno y repelente. Cruzo los dedos para que no sea así.
Iba a contar la noche de ayer, pero como me ha quedado un post muy largo ya me lo guardo para mañana, que si lo pongo todo junto os lo leéis por encima y no valoráis mi esfuerzo. Mañana más.
Besos en las ingles.
14 comentarios:
pero cojones, ann, es que te tienen como una foca haciendo equilibrios con una pelota. que te falta dar la patita...
a ver si nos vemos este puente y te doy unas nociones técnicas de cómo evitar estos saraos, que soy una eminencia en esto. y a ver que tal estás, que me da que estás un poco raro últimamente. ¿todo bien, chaval?
yo espero que no llegue a manos (u ojos) de tu padre esta entrada, que lo has puesto fino.
que no digo yo que no sea cierto, que yo no lo digo del mío porque me achanto...
Flat: Y lo que te queda por ver...
Dwalks: Si, a ver si me das unos consejos, porque todos ellos serán bienvenidos... No estoy un poco tal para nada eh? Non ti preocupare
Mogkumo: No llegará a sus ojos, pero vamos, nada de lo que digo es algo que no le haya dicho antes a él así que... Acaso ha pensado usted en decir algo de su padre y no se atreve?
Todo muy Bree Van De Kamp...
Yo es que cuando quedo a cenar en casa con mis 12, 20 ó 50 mejores amigas, siempre contrato un marketin desos que te traen toa la comida y algún camarero buenorro, jaté tú.
Que bueno. Son todos clónicos. Todos hechos con el mismo molde. Redundo en la redundancia. Hay que irse de casa y venir de visita tambien, que le sirvan a uno...
Es verdad. Te imagino como Bree y me entra la risa, de verdad :D
Yo odio cuando vienen unos primos de Parla a comer / cenar que me dan mucha muchísima pereza. Si ya es cutre tener gente de postín en tu casa, imagínate a alguien de Parla que es más bruto que un arao (no porque sea de Parla, ojo) y que cree que su hijo el orejas grandes le va a sacar de pobre porque juega una poquita al fútbol. Eso sí, los estudios los lleva muy mal, pero de qué sirven?
Y encima toda la familia riéndoles las gracias y mi padre quejándose porque yo nunca jugué al fútbol, por mucho que hable varios idiomas. Yo flipo.
Manué: Sí, mi madre es como Bree van de Kamp, pero en versión cordobesa.
Mordiscos: Las perlas de mi propia cosecha me las guardo para las comidas familiares, que me río mucho con mis hermanas y la reacción de mis padres, pero en público me da no se qué. Sí, definitivamente la solución es irme de casa, que ya me huele bastaaaannnnnnte.
Maggie: En mi casa el camarero buenorro soy yo. Y punto pelota.
Sr Skywalker: Tus padres son clónicos también? Estarán sindicados?
Realmente ATERRADOR... Desde que vivo por mi cuenta, ha mejorado la relación paterno-filial, pero variados domingos que paso a comer por casa de los padres vivo la misma experiencia que tú, dear Ann.
Oye, ANN, que te lo he dicho pero no pa que tofendas, para naaaaaaaaaaaaaaada, Antoña, para naaaaaaaaaaaaaaaada. Ainsss, la Bratz GH me ha marcado un poco, en breve me veo metiendo el careto dentro de un bote de pintura, ya verás.
Ann, no te voy a comentar nada de la entrada, me temo, que no tengo tiempo para leerla (luego sí;)...
Era para decirte que espero verte esta noche en el Naranja, que soy un poco desastre pero congfío en reconocerte!!
Preoccupare, es con doble C...
:PPP
A un amigo también sus padres lo tenían de chacho, hasta que la flamante nueva esposa de uno de ellos, cuando le iba a servir vino le soltó un "échame sólo un culín" que hizo callar a toda la mesa...
Jajaja...
Menos mal que la comida no fué el domingo... Cuenta, cuenta del sábado...
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